Entrevista al almirante Merino

Autor: No especificado | Fecha: 2014-10-24 | ID: 685 | Categoría: Cosmos | Tema: Interés público | Tipo: Testimonios

Poco más de dos horas le llevó al almirante José Toribio Merino, fallecido en agosto de 1996, repasar en detalle el rol que jugó en la preparación y ejecución del golpe de Estado de 1973; en una conversación realizada el 23 de junio de 1992 e inédita hasta la publicación en la revista “Que Pasa”.

Revista “Que Pasa”
6 de Junio 1998

El relato, cargado de primicias, lo formuló cuando ya había abandonado la Armada, en una entrevista concedida a los miembros de la dirección de la Universidad Finis Terrae: Pablo Baraona, Álvaro Vial, Álvaro Bardón y Roberto Kelly. Esa conversación -realizada el 23 de junio de 1992 e inédita hasta ahora- quedó registrada en un video que formará parte del archivo del Centro de Investigación y Documentación en Historia de Chile Contemporáneo de la universidad, unidad académica que fue formalmente lanzada el pasado jueves 4 de Septiembre 2014, ocasión en que la familia de Merino donó parte importante de su archivo personal.

La siguiente es la transcripción editada del video con el relato del almirante:

El 4 de septiembre del 70 yo era Gerente General de la Marina. Como ministro de Hacienda, (Andrés) Zaldívar fue muy duro: "come Fuerzas Armadas". Había una elección (presidencial). No estaba preocupado de la política ni me interesaba. Lo único que sabía es que había un parlanchín que era (Radomiro) Tomic. Hablaba lo mismo que (Salvador) Allende y que (Jorge) Alessandri, entonces no era consistente.

Como a las 20:00 ya sabía que Allende iba a salir (elegido). Le pedí a mi secretario que hiciera mi solicitud de retiro. Estábamos acuartelados; como a las 20:45 llega el subdirector junto al director de personal y piden permiso para hablar conmigo. Eran como ocho oficiales. Venían a pedirme que no renunciara. Les dije "se callan o los echo a balazos". Uno de ellos me preguntó si tenía miedo. "Mire, señor, no tengo miedo", le dije y le tiré la pistola: "apunte aquí (indicando al corazón) a ver si pega". "No, señor, si no se trata de eso", me respondió. Entonces los eché: "Váyanse pa'afuera”.

En eso me llamaron y me dijeron que me habían dejado dos mensajes. Me decían que casi toda la primera zona naval, las guarniciones de los buques, el regimiento Maipo, la escuela de caballería en Quillota y en la base de Quinteros, la población militar había acompañado a Allende... Atroz. En el puente del O'Higgins había gran efervescencia...

Como a las 22:00 volví a casa, en Las Salinas. En la casa había un grupo del Partido Nacional que venía a pedirme si podía hacer algo, presionar a Frei o si la marina podía actuar. "¿Me viene a proponer que inicie un movimiento subversivo? Le doy cinco minutos para que salgan y voy a llamar a la guardia... ¡pa'fuera!".

Decidí ir al día siguiente a hablar con (Fernando) Porta, era el Comandante en Jefe. Si había esa efervescencia en el personal y sabiendo que ya habíamos tenido en el año '31 el sublevo de la marina, la única solución era que saliera (elegido) Allende. Lo echamos (después)... no había más. Pero tenía que haber algo de carácter nacional para poder intervenir frente a una elección. La única forma procedente, me dije, es ir a hablar con Porta y decirle "yo voy a hacer esto". Lo importante era poder decirle a Frei que tenemos un acuerdo con la marina, que si nos mueven el piso va a ser fuerte.

Me vine (a Santiago) y hablé con Porta. A los marinos hablarles de política es bastante terrible. Nos habían acostumbrado, los políticos, a que las Fuerzas Armadas no podíamos pensar ni hablar de política, porque teníamos que ser obedientes a cualquiera burrada que hicieran. Así es que para convencer a Porta -lo tuve que hacer en muchas oportunidades-, le dije que concertara cuando pudiera (la entrevista), y que tenía que ir con otros marinos, que no podía ir solo, porque sería como tratar de echar abajo al gobierno...

El próximo domingo (después de las elecciones), nos reunimos con Allende en una cabaña en Con-Con. Estaba Allende, (Volodia) Teitelboim, (Luis) Guastavino y el "patas cortas" (Luis) Corvalán. Estuvimos como una hora, hablamos de las vacas, de la reforma agraria, de cualquier tema. Nada de la institución. Todo esto rodeado por GAP, quienes nos fueron a dejar al auto, llegamos hasta el casino, anduvimos como una cuadra, nos subimos a un Fiat 125, llegamos hasta la plaza de Viña, ahí nos subimos en otro Fiat 125. Parecía película de gangsters.

Después de eso, Porta mandó una circular informando que había autorizado a tal y tal almirante para hablar con Allende, para saber la forma en que iba a enfrentar el problema de la Defensa Nacional, específicamente de la marina. Esto no le gustó al gobierno, a Frei ni al ministro de Defensa. Frei, mientras tanto, estaba autorizando a Roberto Viaux y a los otros... para el secuestro de (Rene) Schneider (entonces Comandante en Jefe del Ejército). Pero todavía no sucedía eso. En todo caso, cuando supo esto el señor Frei, echó a Porta. Porta se fue por ahí por el 12 de octubre y nombró a (Guillermo) Tirado como Comandante en Jefe.

En ese tiempo estaba preocupado del problema principal en la marina, que era el financiamiento. En esa época, el barril de petróleo costaba US$ 2,20, y la marina consumía US$ 3 millones a US$ 4 millones en petróleo. En ese momento no había dólares en Chile, a pesar de que el señor Frei contaba que tenía US$ 220 millones o US$ 400 millones de reserva. Mi problema era ese. De repente se fue Tirado. Vino la muerte de Schneider (26 de octubre de 1970). Nosotros estábamos totalmente ajenos a ese cuento y no sé si se metió Tirado, que en paz descanse. El complot de Schneider fue tomarlo de rehén para producir el 29 de octubre, día en que se reunía el Congreso (para ratificar o rechazar a Allende como Presidente, porque sólo había logrado mayoría relativa), que éste nominara a Alessandri y que Alessandri renunciara y que se eligiera nuevamente (al Presidente). Y el señor Frei podía presentarse de nuevo como Presidente de la República.... (Eduardo Frei), a pesar de que se decía democratacristiano, era un socialista estatista, lo peor que hay.

En ese momento, la marina se encontraba sin jefe. A Raúl Montero lo nombraron como una semana antes del 4 de noviembre. Cuando asumió me entregaron la Escuadra. Una de las primeras cosas que pidió Allende fue conocer la Escuadra. Se embarcó en Talcahuano. En el buque bajó Allende a las máquinas, conoció al personal y toda esa macana. Cuando desembarcó se le quedó debajo de la almohada la pistola, me quedé con ella como trofeo de guerra.

En el mes de noviembre, una semana después de que Allende había estado en la Escuadra, le ordené formación al buque insignia, el Latorre, con el Presidente a bordo. Ese mismo día, a la hora de la comida, le dije: "señor Presidente, le tengo un trofeo".

-¿Qué trofeo?, me imagino lo que debe ser.
-¿Qué cosa?
-Mi pistola.
-No tengo ninguna pistola de usted, yo tengo un trofeo, pero le voy a cobrar.
-¿Y qué va a cobrar?
-Por lo menos, un cajón de whisky.

Estuve en la Escuadra hasta febrero del 72. Me fui a la primera zona naval y ahí sí que me tembló el cuerpo, como comandante estaba metido en toda la parte política diaria, incluso tuve que ser Intendente dos veces. Había otro que había sido auditor del Ejército, un socialista, y supimos por él del Plan Zeta.

En el período más crítico, mediados de julio del 73, se llegó al colmo de la tensión. Las fuerzas extremistas salían a la calle haciendo desmanes y la gente de derecha estaba hasta la coronilla. Allende me citaba por todo. Me llamaba como a las tres de la mañana, para decirme que quería hablar conmigo. La mayoría de las veces era después de las 02:00. Se huasqueaba duro y parejo todas las noches, yo no entendía cómo se las arreglaba para estar bien. En dos oportunidades me dispararon, le dispararon al auto, manejaba yo casi siempre, porque el chofer era muy lento. Seguridad me había dicho que tuviera cuidado, que tomara precauciones, sobre todo, en los túneles, porque uno anda más lento, por eso yo me metía a 160 kilómetros a las dos de la mañana.

En marzo del 73 se empezó a trabajar en el "Ladrillo" (texto base del modelo económico que implantaría después el régimen militar) y en mayo le di la orden a mi oficial de operaciones y empezaron a hacer el plan de insurgencia, pero como un plan anti-insurgentes, se llamaba un plan de seguridad. Lo traje a Santiago, se lo llevaron al ministro de Defensa, que era (Orlando) Letelier, lo encontraron tan bueno que lograron que todo el mundo lo copiara.

El 31 de agosto, en un Consejo Naval, le pedimos la renuncia a Montero. El cuerpo de Almirantes le pidió la renuncia unánime por varias cosas. Había un acuerdo que se había tomado: que no habría un ministro más de la marina en el gobierno de Allende. Eso fue en junio o julio y, a pesar de eso, vino la nombra de (Daniel) Arellano en Hacienda. Se le pidió la renuncia y se levantó Montero del consejo y fue a llamar a Allende para preguntarle si podía renunciar. Allende le dijo que no, él volvió al consejo y dijo que el "Presidente no me autoriza". Ese día se había citado a todos los oficiales, que estaban esperando fuera de la Escuela Naval. Les dije, a las 16:00, que el almirante Montero se devolvía a Santiago a presentar su renuncia, lo que no era efectivo todavía, pero si le digo que Montero no se atreve a presentar su renuncia, se me sublevan. Había más de 300 ó 400.

Los almirantes fuimos citados el 1 de septiembre con el ministro de Defensa, porque Montero llegó a llorarle a Allende que le habían pedido la renuncia. Allende pidió que le citaran a todos los almirantes. La situación estuvo violenta, pero no pasó nada.

El miércoles 5 de septiembre del 73, llamé a Montero y le dije que tenía que hablar con él urgentemente, que la situación era insostenible... Esa noche vinimos con (el vicealmirante) Sergio Huidobro a Santiago, llegamos como a las 21:00, le dijimos a Montero "usted tiene que renunciar y el señor Arellano tiene que renunciar hoy", o si no, vamos a hacer cualquier cosa.

La situación de la Escuadra era que el 10 de septiembre tenía (Operación) Unitas. Entonces, Montero se da vuelta, pesca el teléfono y dice "quiero hablar con el Presidente", que estaba en Tomás Moro: "Tengo al almirante Merino aquí y tiene que comunicarle una cosa muy grave". "Yo tengo que decirle a usted. No tengo nada que decirle al Presidente; yo le tengo que decir a usted que tiene que renunciar ahora” le dije, (Montero) era un hombre que no tenía... le decían el "Canario Triste", era un hombre muy enfermo.

Partimos donde Allende. Llegamos como a las 22:30 a Tomás Moro. Estaba lleno de GAP, las puertas eran una verdadera fortaleza. Estaba Allende sentado y estaba uno de estos periodistas, Augusto Olivares, parece. Yo iba furioso, porque esta era una cochinada que me había hecho Montero.

Allende me dice:

-Sírvase un whisky.
-No quiero trago...
-Sírvase un whisky almirante, que le va a hacer bien.
Entonces, se para y dice "tome almirante". Y voy con la mano tan fuerte, le digo "no quiero", le pego al vaso y sale volando y le cae a Huidobro, que quedó mojado.
-Usted sí que está enojado.
-No estoy enojado, estoy furioso.

Entonces comenzó la conversación. Le dije que era indispensable que renunciara Montero y que se saliera Arellano del gabinete. Él se movía, de lado a lado, y dijo que tenía que pensarlo. "Pero si no hay nada que pensar, ha pasado mucho tiempo, yo ya se lo dije al almirante Montero el 31", le dije. Me dijo que no podía ser. Piénselo y me voy, le dije.

-Entonces estamos en guerra, comandante.
-La marina está en guerra con usted, Presidente.

Entonces me fui. Yo creía que a la salida nos iban a matar, porque estaba lleno de GAP y habíamos gritado mucho en la conversación. Allende gritaba como energúmeno, había sido muy desagradable.

El jueves 6 en la noche, llegó el capitán de fragata Grez, edecán de Allende, para invitarme a almorzar a La Moneda. Le pregunté si acaso estaba loco, si el día anterior nos habíamos estado peleando. Él me contestó que por eso quería hablar conmigo el Presidente, porque me quería nombrar Comandante en Jefe. Entonces le dije que iría a almorzar.

Ese viernes 7 apareció en (el diario) Tribuna un mural que decía: "Hoy vence ultimátum de la Armada". Al leerlo, pensé que se trataba de una maniobra de Allende, que él había dado la información para tener algún motivo para pedirme la renuncia u otra cosa. Esa mañana salí a las 11:00, pero antes me llamaron por teléfono para decirme que el ultimátum de la Armada no se refería a que tenía que salir Montero, sino que el Presidente, que era lo que comentaba todo el mundo.

Al llegar a La Moneda, estaba repleto de periodistas. Caminé hasta el Ministerio de Defensa, hablé con Montero y le anuncié que Allende me había invitado a almorzar para nombrarme Comandante en Jefe en reemplazo suyo. Cuando entré a La Moneda ya era la una y recién a la una y media apareció Allende con Tribuna en la mano, y me dijo: Almirante, usted fue a contar a todo el mundo que era el Comandante en Jefe, cómo se le ocurre, y ahora yo no puedo hacer nada".

Entonces me paré, le quité el diario que tenía en una mano en alto y le dije: "¡Cómo se le ocurre. Lo único que yo tengo es honor. Usted será un político desgraciado, pero a mí nadie me compra y el honor no se compra en ninguna parte!", y me fui. Estaba (Orlando) Letelier, con quien habíamos estado conversando como media hora, mientras esperaba que llegara Allende. Al darme vuelta para irme, Letelier se me tiró encima y me hizo sentarme para que no me fuera. "Tómese un whisky y quédese a almorzar conmigo, porque afuera está la prensa", me dijo Allende. Allende se demoró bastante, porque estaba firmando, un contrato con la Nissan, que significaba que esa empresa sería la única que podría armar y vender automóviles en Chile. Ese contrato fue por US$ 150 mil, no sé si fue más. Una porquería, era por lo menos para un millón de dólares, fácil... Todavía tengo guardado el testamento de Allende, en el que dejó US$ 10 millones.

Volviendo a ese día en La Moneda, finalmente me quedé a almorzar y pasamos a una pequeña salita, donde nos sentamos los tres y se instaló un GAP en cada esquina con una metralleta. Entonces, le dijo a Orlando (Letelier) que me nombraría Comandante en Jefe, pero después del 18 de septiembre, para que Montero fuera visto por todo el mundo en la Parada Militar.

Nosotros teníamos suficiente información de inteligencia para saber que en la preparatoria se iba a armar mocha de parte de ellos, no nuestra. Ese era el "Plan Zeta", que se efectuaría el 17.

Entonces, le insistimos a Allende, con (el ex Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats), en la necesidad de que se cambiaran los mandos medios, para evitar cualquier tipo de subversión y porque el país no soportaba el desorden. Me contestó: "Si querís cambiar algo, tenis que hablar con el (Volodia) Teitelboim, con el "Gusto a vino" (Luis Guastavino) y con el "Patas Cortas" (Luis Corvalán). Porque yo no puedo mover nada, si no me dicen estos gallos". Igual que este fulano (en referencia a Patricio Aylwin) que no puede mover a nadie si no quiere el PS, como al embajador (Clodomiro) Almeyda.

Llegué a Valparaíso a las 16:00 y estaban los almirantes esperándome, porque si me pasaba algo se sublevarían altiro. Les dije que para el día siguiente deseaba hablar con los oficiales y así lo hice. Les dije que mantuvieran la calma, que había hablado con el Presidente, que sabía cuál era la posición de la Marina, que las cosas se cumplirían dentro de los plazos, que tuvieran confianza en que el mando actuaría con el máximo de energía y que tenían que estar dispuestos a cualquier cosa.

Ese sábado en la tarde también me reuní con los almirantes (Vicente) Huerta y Huidobro. Todo el tiempo yo estaba sujeto a seguimiento: al bajar de la escuadra había una camioneta de Investigaciones que me seguía adonde fuera. Ese sábado dejé todo preparado. Lo único que hacía falta para actuar era saber qué pensaba el Ejército y la Fuerza Aérea. A Carabineros yo ya lo tenía amansado, a través de (Arturo) Yovane (general de Carabineros, que había sido jefe de la zona de Valparaíso), que había estado en contacto conmigo hasta julio, cuando lo mandaron a Concepción, al saber de las conversaciones que manteníamos. Desde entonces me contacté con su ayudante, (Rodolfo) Stange.

El domingo 9, me levanté temprano y almorcé con la Margarita (Riofrío, su esposa). Al volver a la casa vi en la televisión a (Carlos) Altamirano, en el teatro Caupolicán, diciendo una gran cantidad de brutalidades: sobre los oficiales golpistas, que yo estaba dirigiendo la subversión de la Armada y que él mantendría la tranquilidad, porque nos tenía en jaque con la tropa (se refiere al discurso que Altamirano dio en el Estadio Chile el 9 de septiembre, donde afirmó que mantenía contactos con la marinería).

A esa altura, ya se había instalado como Comandante en Jefe del Ejército (Augusto) Pinochet. Prats se había retirado después de todos los escándalos ocurridos. En la Fuerza Aérea, (Gustavo) Leigh había reemplazado a César Ruiz Danyau. Escribí entonces un mensaje para cada uno, que decía: "Valparaíso, 9 de septiembre de 1973. Augusto y Gustavo: el día D será el 11 y la hora las 6:00. Si no pueden poner las tropas desde el comienzo en esta acción no tendremos ninguna posibilidad de éxito. Cualquier problema o discrepancia discútanla con el almirante Huidobro que está autorizado para traer y discutir cualquier tema con Uds. Esperando vuestra comprensión, los saluda José Toribio Merino". Por atrás, además, le puse a Augusto: "Si no pones todos los medios de que dispones desde el primer momento no veremos la luz del sol". Y a Leigh le agregué: "Esta es la última oportunidad. O ganamos o nos liquidan".

Llamé a Huidobro y le dije: "sácate un zapato y métete este papel doblado". Huidobro partió en auto con Ariel González, del Estado Mayor. Partieron como a la 13:15 y llegaron de vuelta como a las 15:00. Les pregunté cómo habían llegado de vuelta tan temprano y me contestaron que no tenían plata para pagar el peaje.

Al llegar a Santiago, se dirigieron dónde (Patricio) Carvajal, que estaba en el Estado Mayor de la Defensa, porque no "tenían idea" de las direcciones. Carvajal se contactó por teléfono con Pinochet y le dijo que tenía interés en conversar con él. Pinochet, que tenía el cumpleaños de una de sus hijas, le contestó que se fuera para su casa. Carvajal le dio la dirección a Huidobro y partieron. Mientras tanto, en una coincidencia fantástica, que solamente la Virgen sabe, llegó Leigh a la casa de Pinochet. Huidobro les dijo a los dos que traía un mensaje del Almirante Merino.

Entonces, se sacó el zapato y les pasó el papel. Lo leyeron y, según me dice Huidobro, Pinochet les dijo: "yo no tengo planes, no puedo traer tropas, no puedo hacer ninguna cosa", porque no sé qué había pasado antes... el tancazo (sublevación militar sofocada en junio de 1973) o algo así…  Así es que cualquier movimiento (del Ejército), estaban encima Carabineros e Investigaciones (que lo detectarían). Huidobro le dice que lo importante es que aquí está la fecha y le dan un día de plazo, porque yo podría haber partido esa misma noche, pero no sacaba nada. Quedamos de acuerdo que en vez de comenzar a las seis, partirían a las ocho y media de la mañana.

El lunes 10, a primera hora, mandé a llamar a (Pablo) Weber, comandante de la Escuadra. Le preparé un sobre a cada comandante de buque con las indicaciones. Había siete cordones en Valparaíso, que según se sabía podían reaccionar en forma violenta. Le ordené a Weber zarpar a las 12:30 de ese lunes y quedarse ahí. Así lo hizo. En la tarde llamé a todos los comandantes y les dije: "Mañana a las seis se inicia el plan 'Cochayuyo Menos Antes'". Como a las 18:00 mandé un mensaje secreto a los almirantes, a los comandantes en jefe de las zonas, en clave, que decía: "06.00 cumplir plan Cochayuyo. Menos antes", nada más. Como a las 19:30 me llamó un caballero, que no voy a nombrar, y me dijo: "Oye, me llegó el mensaje. Pero quién es este Menos Antes".

A esa altura, todavía no habíamos dado la orden de ejecución. Entonces, todos volvieron a sus reparticiones. Yo me quedé viendo los últimos detalles y me fui a la casa como a las 20:00. Llamé a mi mujer y a mis hijas y les dije: "Esta noche tenemos el allanamiento más grande que se haya hecho. No les puedo decir dónde, pero es seguro que va a haber reacción. Así es que hagan sus maletas, pesquen sus cosas y se van en el Volvo. Yo no quiero saber dónde. A partir de aquí no queda nadie en la casa, quiero quedar libre y después me voy". Entonces, las mujeres se pusieron a reclamar como locas, pero en una hora partieron.

Entonces, yo tenía que irme a mi puesto de combate, pero el auto de Investigaciones estaba frente a mi casa todo el tiempo. Para poder salir llamé al jefe de servicio logístico, le pedí su chaquetón y su gorra y lo hice subir, después de haberle pasado mi chaqueta. Entonces, le ordené esperar hasta las 23:30, bajar por la puerta de servicio, tomar una micro y volver a la Intendencia. Así fue como yo bajé con el chaquetón del capitán de Corbeta y con la gorra en la mano y me subí a su jeep que estaba parado, para dirigirme a la Academia de Guerra, sin que me siguieran.

Al llegar, me reuní con los jefes, que estaban nerviosos. Les dije que el día anterior a la batalla es mucho peor a la batalla: "Nos vamos a tomar un whisky para que tengamos éxito mañana y a dormir todo el mundo". Me fui a acostar, me saqué la chaqueta, los zapatos y nada más. Me solté la corbata y me eché sobre la cama.

A las 06:00 no había una sola radio que funcionara en Valparaíso. Había un solo teléfono que era del "paco Gutiérrez", que era socialistoide (se refiere al general de Carabineros, Jorge Urrutia). Tenía que ser así porque alguien tenía que avisar lo que estaba pasando en Valparaíso, y tenía que ser alguien que nos diera la seguridad que le avisaría a Allende (efectivamente, a las 06:20, Urrutia alertó a Santiago sobre lo que estaba ocurriendo).

A las 02:30 se había tocado diana en todos los cuarteles. Con ella, el plan estaba recibido y todos haciendo lo que se les ordenó. Todos llegaron a sus puestos entre 06:00 y 06:30, salvo aquellos que habían ejecutado el "Plan Silencio", que habían partido a las 05:00. A las 07:00 llamó Gutiérrez (Urrutia) a la Central de Carabineros, avisando que había movimiento en Valparaíso. Allende partió como loco a La Moneda. Ahí partió toda la historia. Yo a las 09:00 ya sabía que en todo Chile, que en toda la costa estaba todo bajo control.

Montero, mientras tanto, estaba en Santiago, en Sánchez Fontecilla. A las 04:30, silenciosamente le cortaron todas las comunicaciones, le sacaron las cuatro ruedas del auto y se las llevaron. A Montero lo llamaron como cinco veces, creyendo que todavía estaba de Comandante en Jefe.

Yo a Pinochet no lo conocía. Los dos intentamos entrar a la Escuela Naval el año '30 y a ambos nos fue mal. Mientras yo volví a insistir el '31 y salí bien, Pinochet se dedicó a otras cosas. Pero no lo volví a ver, sólo nos habíamos encontrado en el Maipo y en el casino en una tomatina. Él era jefe del Estado Mayor y andaba siempre con unos anteojos negros, siempre veíamos que detrás del Ejército estaba Prats. Y Prats no le daba confianza a nadie.

A Leigh no lo conocía. No lo había visto jamás. Pero teníamos una cosa perfectamente clara y definida: reconstruir, restituir la normalidad de un país destruido. Echar a Allende dura un minuto y después, ¿cómo gobernar? Ya en marzo habían comenzado a trabajar en el "Ladrillo".

Para mí había cosas fundamentales: el empleo del ser humano como elemento fundador, generador y utilizador de la economía. Que es la negación de lo que un socialista piensa que cree en el Estado y nada más. Cuando conversamos con Roberto Kelly y Hernán Cubillos analizamos la barbaridad que estábamos viviendo. De los errores macizos que se veían venir y habían aparecido en el tiempo de Frei, como la Reforma Agraria. Lo fundamental de un gobierno es alimentar a la gente. Entonces, comenzamos a proyectar el "Ladrillo" con cosas elementales, como el alimento del pueblo. Ahí partieron los dos planes: el plan económico y el plan "Cochayuyo".

En realidad, yo no tenía ninguna seguridad de Pinochet, porque nunca había hecho nada. Hubo una reunión a propósito de la ENU (proyecto de Escuela Nacional Unificada), que fue en el Ministerio de Defensa, en la que hizo la exposición el ministro de Educación (Aníbal) Palma. Ahí yo vi a Pinochet. "¿Qué te pareció?", le dije (hace gestos de alzar los hombros y no dar mayores señas) y no me contestó.

Augusto no se comunicaba mucho. Tenía su razón también. Hubo en Valparaíso (el 8 de septiembre de 1972) una olimpiada de los militares con los marinos. Iba con los militares este director de la Academia de esa época (Alfredo Canales) y a la hora del almuerzo empezó a hablar sobre la necesidad de parar el gobierno de la UP, sin saber quién lo estaba oyendo. Y entre los que lo estaban oyendo había de todo, capitanes de fragata y corbeta. Empezaron a parar las orejas. Lo que más queríamos era que se mantuviera todo muy tranquilo, porque el éxito en la guerra es mediante la sorpresa. Entonces, cuando me dijeron que esto había pasado, fui a hablar con el almirante Montero. Porque yo no sabía si entre estos militares no había alguno que nos estuviera alargando la carnada para ver si nos hacían picar. Le dije a Montero "pasa esto". Montero me dijo "voy a hablar con el Comandante en Jefe del Ejército" y después se fue a hablar con el ministro de Defensa y se armó la casa de... Entonces, los milicos tomaron una distancia tremenda de nosotros. (Canales fue llamado a retiro el 21 de septiembre del 72).

Instalado el 11, lo primero que dije fue "aquí nos repartimos las pegas". Entonces me hice cargo de la Constitución, la Economía y la Minería, fundamentalmente. Y después tomé Hacienda en parte. La noche del 11 se juntó la Junta Militar en Santiago. Yo me vine a las 17:30, en helicóptero (en este punto el relato es interrumpido por Roberto Kelly, quien le recuerda que entonces Pinochet le ofreció la presidencia de la Junta y que Merino la rechazó, argumentando que el Ejército era la institución más antigua. La versión es confirmada por Merino). Yo no quería la presidencia de la Junta. Yo aprendí una cosa que me enseñó mi padre, nunca hay que llegar primero, pero hay que saber llegar, como "El rey". Porque el primero está fregado, mientras que el que está atrasito se mueve más tranquilo.

No había con qué pagar los sueldos de septiembre. Estuve en el Banco Central el día 13 de septiembre, con (el contraalmirante y ministro de Hacienda, Lorenzo) Gotuzzo, con el embajador de Brasil y alguien más. Fuimos a las bóvedas a ver lo que había. En las bóvedas hay un pasillo que da al lado derecho, donde hay unos tragaluces que dan a una especie de garaje. Ahí había dos escaleras puestas y los tragaluces estaban sin vidrios. Uno podía entrar por el techo del lado, meterse por el tragaluz y bajar, según nos contaba el cuidador. En las tardes o en las noches venía la gente a sacar billetes de cinco mil escudos y es lo que le encontramos a (Luis) Guastavino en Valparaíso: pliegos sin cortar de billetes de cinco mil escudos. Todo lo que tenía Chile en ese momento eran dos millones y tanto de dólares. Teníamos dos problemas graves: pagar a fin de mes y no había harina en el país. Entonces, el embajador de Brasil decide hablar por teléfono, tenía un pariente que trabajaba en el Banco de Sao Paulo y entró en comunicación con él y ahí se ajustó la posibilidad de ingresar un préstamo de US$ 200 millones. Pero esa oferta se cerró en US$ 6 millones, que fue el préstamo que hizo Brasil.
Una de las cosas más urgentes era eliminar la Reforma Agraria. Otra fue reajustar el dólar. Estábamos en una oficina y estaba Raúl Sáez (ex ministro de Hacienda de Frei Montalva y ministro de Coordinación Económica del régimen militar); el dólar todavía en ese momento estaba a 32 escudos y había otro a 28 escudos, habían cuatro o cinco dólares de diferencia. Pero en la bolsa negra estaba a 820 escudos. Gotuzzo me hizo un estudio y me ponía al final, el valor real que debía tener el dólar oficial: 750 escudos. En esa reunión estaba Raúl Sáez. Yo dije "vamos a ordenar que el dólar suba a 750 escudos". Entonces, Raúl Sáez preguntó: "¿qué fue lo que dijo?". "Lo que estoy diciendo", contesté. El señor Sáez ganaba US$ 5 mil mensuales por estar sentado aquí, ese era el valiente sucesor, nosotros seguíamos ganando y yo seguía ganando 120 escudos, menos de 100 dólares, el hecho era escandaloso.

-Entonces yo me retiro, dijo.
-Váyase hombre, le respondí.
-Pero si me han llamado para que sea el director de finanzas, dijo.
-Bueno, si usted no quiere, lo hago yo. Entonces se paró y se fue. A las 12 de la noche reajustaron el dólar y se equivocaron, porque en vez de decir 750 le pusieron 330.

Los militares eran por principio estatistas, eran del mismo criterio de Ibáñez. Para los militares, sigue siendo Ibáñez el más grande presidente que ha habido en Chile, a pesar de que hizo cosas no tan buenas. La intención inicial fue devolver todas las empresas que tenían dueño, pero enseguida la intención era, de Pinochet y Leigh, mantener una economía controlada por el Estado. Por eso, la primera vez que se habló de economía social de mercado yo usé mucho la palabra "controlada", que significaba que el Estado podía en ciertas cosas meter su mano. Por eso que al principio fue muy difícil que entrara el plan "Ladrillo". ¿Y qué es el Ladrillo?, preguntaban.

(Según) las clases que había hecho yo de Economía de Defensa, cuando llega el enemigo y se toma el país lo primero que tiene que organizar es la economía infinitamente pequeña, la del comer. Después se puede pensar en producir. Nosotros estábamos en la misma situación. Por eso, las normas que se propusieron en ese momento -que las conocíamos todos- fueron los principios de Economía de Defensa. Por eso, al principio el Estado lo manejó todo, pero después gran parte del conjunto productor había que devolverlo a sus dueños. (Kelly interrumpe recordando que el día que nombraron ministro de Economía a Fernando Léniz, Merino debía asistir a una comida y que llegó atrasado y "muerto de la risa". Según su versión, mientras se discutía la sucesión del general González en el Ministerio de Economía, llegó Léniz quien fue a pedir a Merino que liberaran una edición de La Segunda. En medio de la reunión, el almirante salió y dijo "yo voy a buscar un ministro". El episodio es confirmado por Merino). Estábamos hasta la coronilla con el general González. No entendía nada. Y estaba parado ahí Fernando Léniz. "A ver, venga", le dije. "Quiubo, Fernando, como está. Entre para acá", y "aquí está el nuevo ministro de Economía", les dije. Por lo menos, podía hablar con él. González era trágico.

Publicado en la Revista "QUE PASA" 6 de junio de 1998.

Enviar

Ir al inicio