Inclusión en la sociedad contemporánea
Autor: Francisco Bascuñán Letelier | Fecha: 2014-09-02 | ID: 678 | Categoría: Espíritu | Tema: Reflexiones | Tipo: Relatos y comentarios
Al referirnos a una sociedad ‘inclusiva’, con miembros que no excluyen a nadie e incluyen a todos, me imagino que tratamos de decir que sus componentes se encuentran dentro del grupo, no afuera. Así, nos podemos imaginar una sociedad que vive encerrada en un círculo del cual no se pueda salir porque, al decir de alguien, no conviene; para esto también nos imaginamos que tal lugar de encierro es, al menos, agradable, amable, gracioso… Tal vez, la situación la debiéramos definir más directamente: como que los pobres estén junto a los ricos, los desvalidos junto a los amparados, los pasivos junto a los pujantes, los flojos junto a los hacendosos, las mujeres junto a los varones y viceversa, los homosexuales junto a los heterosexuales; y también a los ladrones junto a los honrados, los pecadores junto a los santos… todos junto a todos en un mundo supuestamente feliz.
También me imagino que estas definiciones por muy incluyentes que sean, no incluyen a los que no desean entrar en este círculo por mutuo propio, tal vez formando un nuevo círculo. Pero a decir verdad, esta libertad de no pertenecer al grupo mayor no se ve muy clara, porque tendería a la dispersión y que se salgan del rebaño es cosa que se desea evitar. Vivir con reglas propias es bastante difícil (creo poder decirlo con autoridad) y va desgastando el espíritu o ánimo. Entonces, esta pérdida de libertad en una sociedad idealista, va menoscabando la posibilidad real de llegar a una sociedad inclusiva, haciéndose tediosa y a contrapelo. Por incluir, la ley te excluye. Se estaría imponiendo una idea desde afuera hacia dentro, y esto no lo acepta nuestro corazón porque no lo siente. Es difícil concebir una bondad tal, que no desee que su hija no se junte con un indeseable, o que un hijo no lleve a su casa manzanas podridas, o que no desee conducir a su familia por senderos que la lleven a formar parte de una idiosincrasia determinada aunque ella no sea de gusto generalizado. Mucho más fácil es dejarse llevar por la corriente. Como se puede apreciar, del dicho, se torna complejo llegar al hecho.
Como sea lo que definamos, la idea de unirnos en un todo, es una utopía a la cual el hombre ha ansiado llegar desde siempre y también desde siempre bajo la tensión de la fuerza contraria que obedece a la individualidad. La cuestión es entonces: ¿Cómo respetar lo colectivo para que conviva, en armonía y felicidad, con la individualidad y viceversa?
Siempre hemos abogado por ayudar a la formación de la responsabilidad individual de las personas, de modo que responda ante una sociedad que, con nuestro actuar y libremente, pudiese llegar a ser solidaria. Una evolución que va de un apego irrestricto de nuestro ‘ego’ hacia una mayor amplitud de conciencia. Y de aquí, a la inclusión, y no al revés. Todo esto involucra una carga emocional personal que no se puede imponer desde afuera, tiene que ser fruto de una nueva vida interior: ‘renacer en espíritu’. Y este proceso es personal, individual e insustituible.
Francisco Bascuñán Letelier
Agosto 2014