Andanzas del corsario Richard Hawkins en mares de Chile y Perú

Autor: Jaime Bahamonde Quiroga | Fecha: 2007-04-15 | ID: 583 | Categoría: Cosmos | Tema: Ciencias sociales | Tipo: Relatos y comentarios

Jaime Bahamonde Q.
Abril 2007

En Febrero de 1594 el corsario inglés Richard Hawkins, al mando del velero Dainty, cruzó el Estrecho de Magallanes ingresando al Océano Pacífico en busca de riqueza y gloria para sí y para la corona inglesa

Inglaterra y España en esa época eran potencias en continuo estado de guerra, declarada o no, disputándose el dominio del mar y de territorios. España aún dominaba en los mares, y en el Océano Pacífico, el que había sido denominado por Carlos V, rey de España, como "mare claussum", o sea cerrado para otras potencias. El mismo Carlos V, refiriéndose a Enrique VIII, rey de Inglaterra, respecto a alguna controversia, le había dicho al embajador inglés: "Su señor no adoptaría esos aires si no fuese porque sus dominios están rodeados por un estanque de arenques."

La larga travesía de las naves de Hawkins por el Atlántico había sido difícil. Fuertes vientos desfavorables en el Atlántico habían retrasado la expedición en cuatro meses. Cuarenta tripulantes de las dos naves, Dainty y Fancy, habían fallecido víctimas de enfermedad ("como sarna") y de accidentes propios de esas navegaciones. Por fin pudieron recalar, a la altura de Brasil, en una agradable y pródiga isla, Santa Ana, donde después de un mes de estadía, con reposo y alimentación más adecuada, la tripulación se recuperó, y donde, además, se efectuaron reparaciones a las naves. Luego zarparon rumbo al Estrecho de Magallanes. En el trayecto Hawkins perdió contacto con la nave Nancy, de la que posteriormente no tuvo noticia alguna.

El hermoso Dainty (Elegante) con sus 300 toneladas arribó al Estrecho de Magallanes a mediados de Diciembre. El cruce de éste, con sus vientos y corrientes imprevisibles, les tomó seis semanas, con serios peligros, ("Tres horas estuvo mi pobre nave por estrellarse contra los roqueríos y en cada momento de ellas aguardábamos la muerte. Pero quiso librarnos el Señor y nos sacó al Mar del Sur").

Cuatro expediciones que antes habían intentado cruzar al Pacífico habían fracasado en sus intentos, debiendo retornar a Europa, o habiendo naufragado.

Hawkins tenía entonces 31 años, pero había empezado a navegar siendo muy joven cuando su padre John lo embarcó en sus expediciones de corso hacia Africa, donde se dedicaba a la captura y tráfico de esclavos, actividad en la que acrecentó su cuantiosa fortuna. En esos viajes Richard supo de la aventurera vida llevada por su padre, quien había sido autorizado como corsario por la reina de Inglaterra en 1564, iniciando sus acciones en su nave Jesús. (Aunque el nombre de Jesús para una nave dedicada a tales actividades parezca una burla, entonces no lo era. Como dijo alguien: "el pasado es un mundo extraño en el que la gente actuaba diferente").

John Hawkins posteriormente fue capturado por los españoles en la batalla de Veracruz, permaneciendo cautivo por tres años, logrando huir tras hábiles ardides, regresando a su patria donde fue recibido como un héroe y ennoblecido. Poco tiempo después fue hecho miembro de la Cámara de los Comunes.

De su padre Richard además aprendió el idioma español y a conocer y entender la mentalidad y proceder de los españoles, y españolas, de la época.

Cruzado el Estrecho el Dainty puso proa al norte, recalando en una bahía, de la entonces remota y casi despoblada Isla Mocha, para efectuar reparaciones. Luego, Hawkins ordenó zarpar rumbo al puerto de Valparaíso.

Antes de arribar a Valparaiso el Dainty avistó la que sería su primera presa, un pequeño navío de dos mástiles que se dirigía también hacia el norte. El Dainty era veloz, y su tripulación experta, por lo que la cacería fue breve, quedando el navío en manos de los corsarios. Sin embargo, cuando éstos abordaron la nave tuvieron una sorpresa ingrata ya que la nave española transportaba gran cantidad de tablones de roble, enormes cajones con manzanas con aserrín como material de acomodo, sebo en cajas y una escasa cantidad de oro. Los productos provenían de Valdivia y estaban destinados al puerto de Callao.

Hawkins era un hábil corsario, conocedor del mar y de la naturaleza humana, además era un caballero. Esta última cualidad le sería motivo de serio descalabro y, luego, de su salvación.

La captura de esa nave fue incruenta, y los tripulantes dejados libres.

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Santiago había sido fundado en 1542, el puerto de Valdivia en 1552. ¿Qué clase de gente era esa de Valdivia, que subsistiendo en condiciones tan precarias, solos, aislados, rodeados de indígenas hostiles, soportando un clima inhóspito, a tan poco tiempo de establecidos eran capaces de procurarse un navío, producir esos bienes, y destinarlos a un puerto ubicado a 30 días de navegación, con un viaje de retorno contra vientos y corriente que demoraría tres meses?

Para las condiciones de ese entonces es difícil imaginar otros productos de esos suelos que mereciesen ser exportados, y un destino más adecuado que el puerto de Callao, vecino a la próspera y rica capital del Virreinato, Lima.

Santiago era un pequeño y pobre poblado, con una comunicación difícil y precaria con su puerto, Valparaíso. Este puerto contaba con escasa población, una iglesia y primitivos bodegones para almacenaje en espera de las escasas naves que arribaban. Ambos poblados como mercado para esos productos eran inadecuados.

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Cuando la tripulación del Dainty trasladó los objetos de valor y alimentos, Hawkins enfiló hacia Valparaíso donde arribó a fines de Abril. La nave ingresó a la bahía, al amanecer, encontrando a los pobladores desprevenidos e indefensos. Estos no opusieron resistencia, ni tampoco los tripulantes de cuatro navíos surtos en la bahía.

Sólo habían pasado 16 años desde que Drake saqueó a sangre y fuego Valparaíso, en medio de una atroz e innecesaria matanza. Es razonable suponer que ahora los pobladores prefieran entregarse sin resistencia alguna. El hecho fue que Hawkins se apoderó del puerto y de las naves sin derramar sangre.

El corsario organizaba el traslado y carguío de los productos saqueados cuando fue informado por uno de sus oficiales que en una de las naves capturadas una mujer joven, armada, no dejaba que nadie se le acercara, reclamando ser Beatriz de Castro, condesa de Lemus, pariente del Virrey del Perú, y exigía hablar con el más alto oficial inglés. Hawkins era un caballero y se dirigió al navío. Allí se encontró con una hermosa mujer, quien altiva, le informó de su condición y exigió que si él era oficial inglés la hiciese respetar. Asombrado y respetuoso ante el coraje de la mujer el corsario ordenó a un oficial que la dama fuera tratada con toda deferencia y llevada a tierra con sus pertenencias.

La captura de Valparaíso fue muy provechosa para los corsarios. Los lavaderos de oro de Marga Marga eran productivos. Su explotación había sido iniciada por los incas y luego habían pasado a propiedad de Pedro de Valdivia. En el puerto en las bodegas se encontró oro en abundancia, al igual que en la iglesia.

En las bodegas del puerto, según relata Hawkins en sus memorias, se encontró gran cantidad de vino en botijas de greda y en odres de cuero, sebo en panes, maderas, harina en sacos, porotos, trigo, carne desecada y salada, zapallos, y fruta seca.

El corsario en su estadía no cometió actos de crueldad, e incluso llegó a "granjearse la amistad de muchos y muchas", según se relata.

Los corsarios procedieron a cargar una de las naves capturadas con parte del botín y la destinaron a Inglaterra. Luego Hawkins y los suyos zarparon hacia el norte en busca de nuevas presas y puertos.

La caballerosidad de Hawkins, o su buena índole, le indujo a cometer el error de no destruir las otras naves capturadas.

Apenas el Dainty se había perdido en el horizonte, en Valparaíso se empezó febrilmente a preparar para zarpar al más rápido de los navíos, una galizabra, para prevenir a las autoridades de Callao y al Virrey sobre la peligrosa presencia de este singular enemigo.

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En los bodegones del puerto de Valparaíso los corsarios de Hawkins entre otros productos encontraron "vino en enormidad" mantenido en botijas de greda y en odres de cuero de vacuno.

Según se conoce la primera vendimia en el país fue efectuada por don Francisco de Aguirre en alguna parte de sus extensos dominios de Copiapó de la Selva en 1556. Posteriormente don Juan Jufré, cuatro años después, obtuvo vino en su propiedad de Nuñoa, en el entonces fértil valle de Santiago. También Jufré estableció viñedos en la cercanía del Río Maule (¿tal vez en Curtiduría?), y luego en Peñalolén.

Tanto Jufré como Aguirre habían sido compañeros en la expedición de Pedro de Valdivia.

Juan Jufré en 1553 instaló lo que sería el primer astillero naval cerca de la desembocadura del Río Maule. Resulta así, ser precursor de la industria vitivinícola y del transporte marítimo. Por ambas actividades muestra certera visión, incluso es posible suponer que haya sido el primer exportador de vino del país.
La naciente industria vitivinícola progresaría porfiadamente, y es así como a inicios del siglo XVIII se embarcaba hacia Callao 2.000.000 de litros de vino al año.

Es muy probable que el Dainty al zarpar de Valparaíso cargara también algunas de las "grandes cajas" de manzanas procedentes de Valdivia y del navío capturado. El material de acomodo de éstas era aserrín seco. Habiendo sido cosechadas oportunamente, y bien seleccionadas, mantenidas en ese medio de acomodo, que aislaba de cambios de temperatura y humedad, impidiendo además una aireación acelerada, deben haber permanecido en buena condición por largo período. Se simulaban así procedimientos modernos de conservación de frutas, en forma primitiva, pero práctica.

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El Dainty prosiguió su ruta hacia el norte, y Hawkins tuvo ocasión de saquear "algunos otros puertos", de lo que no da mayor detalle en sus memorias. Luego, a la altura del puerto peruano de Pisco y "en el día de la Santísima Trinidad" avistó los velámenes de seis naves que el Virrey García Hurtado de Mendoza había preparado y enviado para atacarlo al ser advertido sobre la presencia de los corsarios. Hawkins tuvo suerte al contar con viento a su favor, y maniobrando diestramente pudo escapar. En cambio, en la persecución tres de las naves españolas sufrieron rotura de mástiles y velámenes debido al fuerte viento y a malas maniobras, motivo por el cual los españoles debieron retornar al Callao.

Los corsarios se dirigieron luego a tierra para proveerse de agua para bebida. Cuando se aprestaban a zarpar, el 4 de Junio, fueron avistados e interceptados por tres poderosas naves de guerra, con 74 cañones y 300 hombres, enviadas por el Virrey para destruir y capturar a esos facinerosos. Se inició entonces un duelo de artillería y embestidas, con intento de abordaje que sólo interrumpió la oscuridad de la noche. Hawkins no pudo aprovechar la noche para escapar, y al día siguiente prosiguiendo el desigual combate varios oficiales corsarios estaban muertos o heridos, al igual que decenas de tripulantes.

La nave estaba seriamente dañada, la tripulación se desanimaba. Hawkins narra: "yo les hice un breve parlamento. Los insté a tener valor, mostrando de que nación eran, y que por la honra de ella, y de sus libertades, no pensasen en rendirse mientras quedase alguien vivo". Así la batalla se mantuvo largamente, hasta que la situación se hizo insostenible, estando Hawkins seriamente herido en muslo, brazo y cuello.

La nave estaba ya muy dañada, casi sin maniobra, haciendo abundante agua, y con serio peligro de irse a pique. Relata Hawkins: "No creo que después que el mundo lo es se ha visto nave tan maltratada, ni hecha un arnero, con catorce impactos bajo el agua de los cuales la mitad no podíamos taponear, pues la desventaja con que peleamos es increíble".

Ante la promesa del jefe español Don Beltrán de Castro, quien "bajo palabra de honor" aseguró que rendidos los corsarios "no se haría mal a hombre alguno y se respetarían sus vidas", los ingleses se rindieron. Hawkins ordenó a un oficial que si al abordar la nave, algún español actuaba con crueldad o rigor, procediera de inmediato, sin vacilar, a hacer estallar la santabárbara y volarlos a todos.

Don Beltrán de Castro era un hombre de honor, noble, y de gran linaje. Respetó su palabra entonces y siempre, incluso en muy difíciles circunstancias al oponerse a la temida Inquisición protegiendo a los corsarios.

Hawkins en carta escrita a su padre, Sir John, fechada el 6 de Agosto de 1594 en el puerto de Perico, Panamá, se refiere a su captura: "En cuanto a la honra de nuestra pendencia, y razón en rendirnos, me remito a nuestros contrarios, que no dudo, dejarán de publicarlo por la mayor parte de la cristiandad. Consuélame que fue tal que ni mi reina fue deshonrada por tener tal vasallo, ni mi padre por tener tal hijo, ni mis deudos tal pariente".

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El empuje de los habitantes del país en ese entonces se hace notar en el esfuerzo por efectuar comercio, el que dadas las condiciones, escasa población y poder comprador, y difícil topografía que prácticamente impedía transporte por tierra, debía dirigirse hacia el exterior. El comercio se efectuaba por medio de navíos cuya capacidad de carga fluctuaba entre 30 y 800 toneladas. Al mes, a inicios del siglo XVIII, arribaban a Callao alrededor de 30 naves procedentes de diversos puertos de Chile.

En base a informaciones procedentes de capturas de naves por corsarios y piratas, y de saqueos de puertos, se observa que los productos que se embarcaban eran principalmente vino, carne desecada y salada, fruta deshidratada, sebo, trigo, legumbres, cueros de vacuno, ovino o caprino, madera, especialmente de roble, y oro.

Cuando Drake atacó Valparaíso, en 1578, capturó un navío denominado San Sulpicio, en el que encontró maderas y "buena cantidad de vino en botijas de greda de dos arrobas cada una". En el año 1600 el navío holandés Endracht capturó una nave española procedente de Valparaíso cuya principal carga eran también botijas de vino.

El nombre del balneario Viña del Mar proviene de los viñedos establecidos por Francisco de Riberos alrededor del año 1560, al oriente de la actual Quinta Vergara. Uno de esos viñedos, ubicado hacia el sector de Chorrillos posteriormente fue de propiedad de un tío del prócer José Miguel Carrera.

Además de embarcarse productos por Valparaíso, Coquimbo y Caldera, también se aprovechaban bahías vecinas a grandes propiedades agrícolas de la época. Se tiene conocimiento de embarques efectuados en la bahía de Huallarauco (Ligua) vecina a la encomienda de Pullalli de propiedad del Marqués de la Pica, en la bahía de Zapallar vecina a la Hacienda Catapilco. Más al sur se recurría a caletas como Tunquén, la de la desembocadura del río Maipo y otras.

El río Maule, mucho más caudaloso en esa época, y no embancado, era remontado desde la desembocadura por lanchones que surtían de carga a los veleros que permanecían cerca de la desembocadura.

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Los corsarios fueron trasladados prisioneros desde Panamá a Callao, y luego a Lima. Allí se encontraba doña Beatriz de Castro, quien había sido tratada con toda deferencia por Hawkins en Valparaíso. Ella era hermana de don Beltrán de Castro, el vencedor de Hawkins, y además hermana de doña Teresa de Castro, esposa del Virrey don García Hurtado de Mendoza.

Don Beltrán respetuoso de su palabra intercedió a favor de Hawkins y su gente, y lo mismo hicieron sus hermanas. También jugó a favor del corsario el buen trato que Hawkins había dado a sus víctimas cuando había sido vencedor, en Valparaíso, en otros puertos y en naves capturadas. Recuperado Hawkins de sus heridas, a instancias de don Beltrán y sus hermanas, fue liberado de prisión y "bajo palabra de caballero" obligado a permanecer en Lima. Su excelente trato, buena presencia, cultura, conocimiento del idioma, y de la mentalidad de los españoles, y en especial de las españolas, lo convirtió luego en el personaje más solicitado en cuanto baile, tertulia e invitación hubiese, donde se mostró como un eximio bailarín y notable recitador. Se dice que también deleitaba a las damas con poemas y narraciones de Geoffrey Chaucer, algo audaces para la época.

Este caso de "cautiverio feliz" fue ensombrecido sí, por la acción de un nuevo inquisidor que llegó a tomar posesión de su cargo, don Antonio Ordóñez y Flores, quien para colmo "era mozo, mostrándose impaciente por celebrar acciones que le acreditaran y al mismo tiempo desvanecieran graves sospechas". Don Antonio Ordóñez era jóven, ambicioso, disponía del insondable poder de Iglesia y Estado aliados, y para colmo tenía algo que ocultar. No cabe duda que para Hawkins y su gente era más peligroso que la más poderosa nave de guerra Española, el San Felipe, y todo el resto de la Escuadra.

Afortunadamente para Hawkins, don Beltrán era hombre de honor e hizo respetar su palabra. Sus hermanas, además, mostraron sugerente preocupación y empeño en hacer que el Virrey librase a Hawkins de caer en manos de la temida Inquisición.

Demostrado que Hawkins era cristiano, que de hecho lo era, y sorteados los riesgos de la Inquisición, después de más de un año de estadía (no corresponde hablar de cautiverio) en Lima, pudo ser embarcado destino a España. Iba especialmente encargado a la protección de don Rodrigo de Castro, Cardenal de Sevilla, y hermano de don Beltrán, de doña Teresa y doña Beatriz.

En Sevilla Hawkins permaneció preso varios años hasta que el Conde de Miranda le hizo dejar libre aduciendo que: "la palabra de un capitán del rey, como lo es don Beltrán de Castro, debe ser respetada". En 1604 fue nombrado miembro del parlamento, y luego ennoblecido. Continuó su aventurera vida luchando contra los piratas del Mediterráneo. En 1622 publicó sus memorias, antes de morir ese mismo año. De él se dijo "conocer mares y amar mujeres, fue su pasión y su vida". Dice la tradición que la señora del Virrey lo recordaba muchos años después de su partida.

Bibliografía

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  • Hawkins, Richard; "Carta enviada por Ricardo Hawkins a su padre, John, desde Panamá" fechado el 06 de Agosto de 1594 destinada a Londres, tomada de Historia de la Inquisición de Lima" de José Toribio Medina Biblioteca América, J. T. Medina, Biblioteca Nacional, Santiago.
  • Ocaña, Fray Diego de; "Viaje a Chile, Relación de Viaje 1600", Editorial Universitaria, Santiago, 1995.
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