Valores versus antivalores
Autor: Ricardo Bascuñán Ramírez | Fecha: 2009-02-28 | ID: 556 | Categoría: Cosmos | Tema: Interés público | Tipo: Denuncias
A propósito del artículo de Karen Ebensperger, "Los Héroes y el Peso de la Coherencia Interna", no hay que engañarse al opinar sobre este asunto, debemos decir las cosas como son. Nada es casualidad y menos aún cuando se trata de la acción de personas del mundo socialista.
La destrucción de los valores religiosos, éticos, morales y sociales es una acción sistemática, premeditada y planificada para alcanzar el control político de los pueblos.
Hay que leer la historia.
Estamos viviendo en un país democrático pero que no se merece tal distinción. Para obtener supuestos objetivos nacionales, se sientan y discuten en una misma mesa, personas honestas y veraces con otras que no les importa mentir, desinformar y tergiversar los hechos. Las armas de la discusión son distintas y los resultados están a la vista:
Mediocridad, robos, estancamiento económico, inequidad y al final injusticia generalizada.
Desgraciadamente, las personas con valores positivos, con capacidad y conocimiento no participan de la actividad pública en general y quedamos (la ciudadanía) en manos de los entusiastas mediocres, de los tontos útiles y de los que usufructúan de sus cargos para beneficio personal o de su grupo.
¿Cómo cambiar la situación? No lo sé. Tenemos un pueblo que no le gusta instruirse, que no tiene el hábito de analizar antes de decidir, que le gusta descansar antes que trabajar, que cree tener derechos pero no obligaciones, con separaciones sociales abismantes y muy marcadas. Separadas por territorios (los de arriba y los de abajo) y más grave aún, separados por el idioma (los que hablan correctamente y los que lo hacen en forma ordinaria con una pronunciación que los margina de cualquier intento por subir en la escala socioeconómica).
La solución parece estar en la educación desde la infancia. Pero ¿Quién los educa? Una respuesta adecuada a ésta última pregunta podría, eventualmente, cambiar positivamente nuestra idiosincrasia en unos 30 o 40 años.
¿Usted que está leyendo éste artículo, puede hacer algo al respecto?
Ricardo Bascuñán Ramírez
Diciembre 2008