Tres terremotos: Chile, 27 de febrero de 2010

Autor: Francisco Bascuñán Letelier | Fecha: 2010-03-31 | ID: 493 | Categoría: Cosmos | Tema: Ciencias sociales | Tipo: Ideas, propuestas y proyectos

Francisco Bascuñán L.
Febrero 2110

Los ángeles blancos cuidaban la tierra.

Pero el ángel malo estaba al acecho. Desde hacía varios años estaba intentando hacer de las suyas, pero no se le permitía su acceso. A fines del verano del 2010, estando los ángeles blancos de vacaciones, parece que lo hacen cada 20 años, hubo un descuido generalizado; y como un rayo de luz entró el ángel malo con todo su esplendor, sembrando destrucción, horror y venganza.

Despedíamos el último viernes de febrero con noche clara y luna llena como para enamorados; muchos, de otras latitudes y con la idea de celebrar en grande al día siguiente las fiestas veraniegas de fin de temporada, habían armado carpas juntos a sus mujeres y niños en las cálidas playas de la costa del centro de Chile; así como otros, los más, lo habían hecho en sus casas sólo para descansar. Y así, plácidamente, terminó el día para dar comienzo a un sábado de miedo.

Eran las tres y media de la madrugada del día sábado 27 de febrero de 2010, cuando se hizo presente un sismo de grado 8,8º Richter(1) con epicentro en el océano Pacífico, muy cerca de las costas del centro de Chile, devastando más de 800 kilómetros de nuestro angosto y largo país. Este sismo(2)(3) produjo la muerte de muchas personas, la destrucción de miles y miles de viviendas, casi todas las escuelas, edificios públicos y centenares de kilómetros de carretera con sus respectivos puentes, varios de gran envergadura.
Fue el primer terremoto del día.

Por causas que aun se investigan, no sólo no se dio la alarma de tsunami que correspondía sino que se dio la instrucción de no tsunami, además, en muy poco tiempo, cuestión de diez minutos (a excepción de lo ocurrido en la Isla Juan Fernández, los que podrían haber tenido mucho más tiempo), se vinieron del mar tres grandes olas seguidas una tras otras, la tercera de varios metros de altura destruyó absolutamente todo lo que no habían alcanzado a destruir las dos primeras. Con embarcaciones arriba de los cerros a más de mil metros de la costa y con cientos de casas de madera flotando en el océano, la situación se tornó pavorosa. En esas zonas la destrucción fue total, la desolación y la angustia de los sobrevivientes también. El maremoto azotó 800 kilómetros de costa, con decenas de villas de pescadores, las que fueron devastadas por la fuerza del agua; el mar se llevó hombres, mujeres, niños, casas, escuelas, infraestructura, todo... Y todo esto sucedió sin que el resto del país lo supiera ya que, debido al sismo, se encontraban absoluta y totalmente incomunicadas.
Fue el segundo terremoto del día.

Pero el día no había terminado, el ángel malo traía otra sorpresa no menos importante. Así como los sismos se producen por choque de grandes fuerzas teutónicas, todo exceso de tensiones, como los que se produjeron en los edificios siniestrados, produce rompimientos de capas. En forma individual y en la sociedad chilena toda, durante los últimos años, se fueron enconando diversas tensiones que irían a explotar en la noche de este fatídico sábado y durante el día siguiente y subsiguiente. Esta tensión se fue produciendo gradualmente durante mucho tiempo, día a día, al ir chocando dos fuerzas éticas. La primera, configurada por una serie de actitudes que van haciendo evolucionar a los seres inferiores hacia seres espirituales superiores con firmes decisiones valóricas; y la segunda, conformada por actitudes que van haciendo involucionar a los individuos hacia otros seres más inferiores con muy poca y dudosa capacidad ética. Instituciones financieras que otorgan préstamos con intereses desbordantes como son 400% a 9.000% al año, devoluciones de dineros por parte de instituciones de salud que retardan hasta 6 meses en ser devueltas, colusión de grupos farmacéutico para monopolizar los mercados, diferencias de 4 y 10 veces entre lo que le pagan a los productores agrícolas y lo que cobran los supermercados, una televisión sometida y degradante, la pérdida de la fe pública por innumerables irregularidades en la gestión de gobierno; todo esto y mucho más, agobiando a una enorme clase media indefensa que pretendía, junto al resto de ciudadanos honorables, y con un tremendo esfuerzo, llevar a nuestra nación a un nivel de desarrollo económico aceptable e instaurar una cultura que reinstalase a Dios en nuestra sociedad tal de ensalzar los valores y virtudes de los hombres. Así, al ir aumentando este tipo de situaciones, las capas más vulnerables de la sociedad no fueron capaces de soportar tan tremendas tensiones y llegado el momento de la impunidad, le dio manga ancha al pillaje para vergüenza de todos los chilenos ante el mundo. Hay ciertos pillajes que simplemente se dejan pasar inmunes, más aun, se publicitan y se toleran; sin embargo, otros se condenan a muerte y para muchos, ojala sean ejecutados al instante. Pero la verdad es que todos vienen de una misma vara y corresponden a un mismo estado de involución que perjudica la sana convivencia en una sociedad que se esfuerza por construir un Chile a través de caminos de real evolución espiritual; y de esto último, como muestra un botón: la actitud de nuestra noble y desinteresada juventud que, durante estos agobiantes días, nos dio, y lo han hecho ya en varias y reiteradas oportunidades, ejemplo de organización, trabajo y grandeza. Pero lo cierto, y no hay dudas de ello, es que todo esta manifestación fue un verdadero sismo social que no puede quedar en el olvido de los sociólogos. Fue el tercer terremoto del día.

El 27 de febrero de 2010, es una fecha que quedará en la mente de muchos sobrevivientes como recuerdo de pérdidas irrecuperables, amores truncados, vidas de jóvenes cortadas, enormes esfuerzos esfumados; pero lo que no se acordaba el ángel malo, es que todo esta villanía tiene muy poco valor ante el empuje de un pueblo amalgamado con el esfuerzo y templado en la victoria.

No había pasado una semana, cuando se había producido la primera de ellas en el terreno de la solidaridad, juntando en sólo un día de teletón, el doble del dinero que se había pretendido obtener, lo que en sus inicios se consideraba como imposible de lograr. Y a la tercera semana, en la localidad de Iloca, se reiniciaba el año escolar en una escuela nueva, precisamente en uno de los lugares más afectado por el maremoto, justamente donde no había quedado piedra sobre piedra ni palo sobre palo.

Ahora viene el tedioso camino de la reconstrucción, pero con ello: trabajo, desarrollo espiritual, temple del alma nacional, unidad fraterna. Esto, lo debemos cuidar con esmero. Porque, ¿para que tener riqueza sin lo anterior? Tal vez no vayamos a ser tan ricos pero seguro que más felices, como lo fueron nuestros padres, los padres de nuestros padres, nosotros mismos y seguro lo serán nuestros hijos y nietos.

Se acalló el llanto, llegó el tiempo de orar y trabajar.
¡Fuerza Chile!

Referencias

(1) El sismo materia de este artículo es el quinto terremoto más grande registrado en el mundo, desarrolló 500 veces más energía que el último sismo en Haití, ya que los grados se miden en escala logarítmica, y se sintió a más de 1.500 Km. de distancia del epicentro, que fue en las costas de Cobquecura a 150 Km. al nor-oeste de Concepción.

(2) Algunos sismos mayores:

LUGAR

PAÍS

AÑO

Grados
Richter

Equivalente a
ton. de TNT

Pto. Principe

Haití

2010

7.0º

199.000

…........

 

 

 

 

Antofagasta

Chile

1995

8,0º

5.850.000

Santiago

Chile

1985

8,0º

5.850.000

Pisco

Perú

2007

8,0º

5.850.000

Tal-Tal

Chile

1966

8,1º

7.000.000

La Serena

Chile

1730

8,7º

50.000.000

Cobquecura

Chile

2010

8,8º

100.000.000

Lisboa

Portugal

1755

9,0º

150.000.000

Océano Índigo

 

2004

9,2º

220.000.000

Anchorage

Alaska

1964

9,2º

220.000.000

Valdivia

Chile

1960

9,5º

260.000.000


(3) A inicios del siglo XXI, la mayoría de los sismólogos consideró obsoletas las escalas de magnitudes tradicionales, siendo éstas, como la de Richter y con mayor razón la de Mercalli, reemplazadas por una medida físicamente más significativa llamada momento sísmico, el cual es más adecuado para relacionar los parámetros físicos, como la dimensión de la ruptura sísmica y la energía liberada por el terremoto.

En 1979, los sismólogos Thomas C. Hanks y Hiroo Kanamori, investigadores del Instituto de Tecnología de California, propusieron la escala sismológica de magnitud de momento (MW), la cual provee una forma de expresar momentos sísmicos que puede ser relacionada aproximadamente a las medidas tradicionales de magnitudes sísmicas.

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