La lengua frustrada

Autor: Edmundo Moure Rojas | Fecha: 2010-04-30 | ID: 484 | Categoría: Cosmos | Tema: Interés público | Tipo: Relatos y comentarios

Congreso Internacional de la Lengua Española
Valparaíso, Chile

Desde Madrid, la agencia Reuters nos informa que 'El V Congreso Internacional de la Lengua Española, que iba a celebrarse en la localidad chilena de Valparaíso, se desarrollará de forma virtual en Internet, tras del devastador terremoto que sacudió Chile el fin de semana, anunciaron el lunes los organizadores. El comité ejecutivo (...) ha decidido cancelar las actividades presenciales debido al terremoto que ha sufrido el país y convertir el simposio en un gran congreso virtual en Internet en homenaje al pueblo de Chile', dijo el Instituto Cervantes en un comunicado fechado en Valparaíso".

Bien por el homenaje al pueblo de Chile, mal por el Congreso, porque nos habíamos ilusionado con el encuentro en torno a la lengua Castellana (dejo lo de "española" para los gringos, teutones, sajones e hiperbóreos)… Cómo lo echará en falta Neruda, quien nos dejó escrito:

Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos. Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro…Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.

Debe ser porque, para los organizadores del Congreso, un sismo colosal resulta inefable, no puede ser expresado en palabras castellanas (ni otras lenguas europeas, salvo quizá en galego), porque ellas no son capaces de dar cuenta de su terrorífica magnitud.

Distinto sería si la lengua de expresión, en este caso, fuese el aymara o el quechua, que contienen en sí la esencia de la Pachamama, voz cósmica de la Madre Tierra; o en mapudungun, lengua de los mapuches, el código de la Mapu que interpreta y desvela los misterios de la Naturaleza, sin necesidad de apelar al racionalismo ni a la técnica ni a la sociología.

La primera señal de un terremoto inminente la otorgan el aguilucho montañés, el queltehue del llano o la gaviota costera. En sus graznidos se advierte que, en pocos minutos, la Tierra de desperezará sobre sí misma para estirar sus miembros hacia los cuatro puntos cardinales. Asimismo, los animales terrestres: perros, liebres, cervatillos y llamas camélidas emprenderán vertiginosa carrera hacia los montes, en previsión del maremoto o tsunami, -como dicen ahora nuestros periodistas, importadores de verbas inapropiadas-. La misma Naturaleza, pues, alerta al animal erectus por medio de otros animales, menos dialécticos pero más eficaces en su deambular por el hábitat telúrico.

Ya no sabemos escuchar al bosque, menos oír los códigos del río y la murmuración del agua entre las piedras; no logramos interpretar al viento ni descifrar el encadenamiento de las olas. Nos hemos vuelto sordos a la Madre ancestral y ella golpea nuestra sordera, castigando sin piedad la culpable indiferencia.
Internet salvará el Congreso de la Lengua Castellana. Pero va a quedarnos un regusto plástico, una sensación tan artificial como el esperanto… Hubiera sido mejor organizarlo al aire libre, alrededor de una gigantesca fogata, para quemar en ella las palabras odiosas e innecesarias, para hacer que el Castellano vuelva a cantar en las pastoriles de Cervantes y en el campo abierto, donde los caballeros y paladines transformaban la cosa en palabra y ésta en esencia, para revivir la Edad Dorada y amar a la dueñas inmortales.

No vendrán los Reyes ni los académicos ni los doctores de la lengua ni los escribas consagrados, ni los políticos famosos que tienen su propio idioma, a menudo ininteligible, tanto para la madre Natura como para el común de los mortales… Bueno, entraremos en el Congreso Virtual. A lo menos allí no se desplomarán las paredes, aquellos "muros de la patria mía" que clamaba la dolorosa nostalgia del maestro Quevedo.

Edmundo Moure Rojas
Marzo 2010

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