La ciudad desierta
Autor: Marta Fernández Montero | Fecha: 2010-09-30 | ID: 461 | Categoría: Alma | Tema: Arte | Tipo: Cuentos
En un remoto país, las autoridades se aprontaban a celebrar un nuevo centenario de la independencia nacional. Querían que fuera una celebración brillante: asistirían delegaciones extranjeras y querían mostrar un país moderno y pujante.
Con mucha anterioridad se comenzaron a mejorar las infraestructuras: modernas carreteras que cubrían casi todo el territorio nacional, modernos medios de transporte cruzaron la capital, se hermosearon parques y jardines, se levantaron monumentos, museos y se dio comienzo al edificio mas alto de todos los países de su entorno.
Pero había un lunar que no habían logrado extirpar: los barrios miserables; se había hecho esfuerzo si, pero no había sido suficiente…la gente pobre se reproduce tanto…hay que hacer algo… y dieron en el clavo: repartirles condones, la píldora del día después y.., ¿por qué no?, esterilización gratuita o quizás aborto; la cuestión es que esta gente no puede seguir echando hijos al mundo.
Ya ve, la Sra. Juanita con cuatro críos y en un miserable rancho; la verdad es que es bien empeñosa: va a planchar donde varias patronas, pero, es tan poco lo que gana que junto con lo que gana Pedro, su esposo, cargador de la vega , no les alcanza sino para parar la olla. Pero ¡cómo le gustaría comprarle unos zapatitos al Luchín que se le salen los dedos! "Luchín, ¡tan empeñoso! va dos veces por semana a la feria que queda cerca y ayuda a las Sras a llevar las bolsas al auto y ellas le dan algunas monedas; regresa muy feliz porque además los feriantes le regalan las frutas y verduras que están un poco pasadas, ("pero una le sabe sacar provecho"). ¡Pobre Luchín , si se siente el hombre de la casa ayudando a parar la olla, y eso que tiene sólo 7 añitos.
La Sra. Juanita está muy esperanzada, pues su comadre Chela ("tan enterada ella, es que ella no es " inorante" como una, no ve que trabajó en casa grande y ahí aprendió "muchimas" cosas y sabe pararse ante la "autorida") le contó que en una reunión de la Iglesia, una Sra. muy buena, les había dicho que ellas podían optar a una casa propia ("¿sería verdá?"), que había una cosa que se llamaba "susidio" ( o algo así); eso si que tenían que inscribirse y juntar plata para un pie ("qué será eso?"). Pero la comadre Chela lo averiguó todo y de ahí nació la idea de vender papas fritas en la feria para juntar plata para el pie.
Conversó con su marido y él consiguió fiado, medio saco de papas y grasa para freír; La vecina doña Peta le "emprestó" una olla grande y una de sus patronas le regaló una mesita plegable, muy a propósito para llevar a la feria. Así empezó el negocio: dos veces por semana Pedro la ayudaba a acarrear todo lo necesario para instalarse en la feria: la mesita, la olla, una fuente con las papas peladas la noche antes, el anafre que le "emprestó" la Sra. Teresita, unos vaso desechables que le regaló el vecino que vende helados, y, lo principal: el cajón donde colocar a la Emita, su guagua de seis meses, para no perderla de vista y darle agüita mientras ella trabajaba; los otros niños quedaban a cargo de su comadre ("tan ayudadora") mientras Pedro se iba a la Vega.
El negocio resultó y después de varios meses, entre ella, Pedro y Luchín, juntaron el dinero necesario para inscribirse y optar a una casa.
¡Qué ilusión, al fin tendrían una casita como Dios manda! Pero no fue fácil, pasó mucho tiempo antes de ser llamados; con la ayuda de la comadre fueron superando todas las etapas ("porque, tan ignorante una, si apenas se leer, no ve que mi mamita me echo a trabajar desde chica y no pude ir a la escuela mas que tres años").
Pero no hay plazo que no se cumpla y al fin la soñada casa. ¡Cómo se afanaron para llevar lo poco que tenían, limpiecito! Si pasaba con la guata mojada frente a la batea! Mientras la Rosita ("ya está grande la Rosita"), se hizo cargo de la Ema y del Fermín de tres años;" ella a sus seis años es bien "preocupá": les da la comida y muda a la Ema cuando salgo a trabajar y no puedo llevarla, porque hay patronas que me dejan ir con ella cuando voy a planchar") (¡Cómo me gustaría que ellos estudiaran y no fueran inorates como uno!")
Llegó el gran día ("si parece mentira") les entregaban la casa propia; don Ernesto, que tiene carretela, les llevaría las cosas; (¡cómo estaban felices los chiquillos! y "con el Pedro hasta lloramos", si al fin saldríamos del basural, de las moscas y ratones")
Les tocó en el segundo piso de un block… ("claro que la escala es bien peligrosa, sobretodo para la Ema cuando empiece a caminar, pero en fin, poniéndole cuidao ojala no le pase na"). Las piezas eran chiquitas y no había donde tender ropa, pero había agua y luz ("de alguna manera nos arreglaremos").
Llegó el invierno y empezaron a ver que el agua se colaba por los muros y salieron hongos; a la Ema le dio tos, ("la llevé al consultorio y me dijeron que tenía asma por la humedad"). Las cañerías también se filtraban ("más encima tenimos que pagar dividendo y ahora no tenimos a la comadre cerca, de modo que cuando yo salgo a trabajar Pedro no lo puede hacer, porque no podimos dejar a los críos solos entre desconocidos, tan camorreros y bulliciosos; si se sienten los gritos cuando se pegan"). Los niños no tienen donde jugar dentro del departamento por lo que tienen que salir afuera donde salen todos los niños de los otros departamento.
Un día Luchín llegó moreteado porque otros niños le habían pegado; Juanita le preguntó:
—¿Les hiciste algo malo tú?;
—No, mamá es que ellos pertenecen a una pandilla
—¿Qué será eso? - No te juntes más con esos niños
—Pero, mamá, con quien juego entonces: ellos tienen una pelota y, a veces me dejan jugar en la cancha con ellos"
—Pero ¿por qué te pegaron?
—Porque les dije que era malo lo que hacían"
—Y ¿qué hacían?
—Les roban la cartera a las señoras que se distraen y con la plata compran una cosa que aspiran...no se qué es.
Y la señora Juanita empezó a echar de menos su rancha con sus vecinos confiables y bondadosos.
Una vez que fue al consultorio, le preguntaron cuantos niños tenía; al contestar que cuatro, le preguntaron que si quería seguir teniendo hijos, pero ella sabía que en el departamentito apenas cabían los que había y además había que pensar que Luchín tenia que ir a la Escuela ("porque eso si, Luchín tenia que estudiar") y contestó que no, entonces le pusieron la T, ("pero ¿qué le pasaría con eso?").
Pasaron los años y las medidas tomadas por el gobierno dieron resultado: la gente optaba por no tener hijos "(con tanta facilidad que a uno le dan ¿para qué sacrificarse? Total es preferible tener una mascota, menos responsabilidad)".
Y la densidad demográfica empezó a descender rápidamente, las casa grandes empezaron ser reemplazadas por edificios de departamentos los que se poblaron de ancianos, se cerraron varias escuelas porque no tenían matrícula y, algunas se transformaron en casas de reposo para ancianos que , no teniendo descendencia, no tenían quien los cuidara ("como don Luís y la Sra., Eloisa que, cuando ella se quebró la cadera tuvieron que ir a dar a una de esas casas, porque ¿quién iba a cuidar de ellos si él apenas caminaba con el reumatismo que tenía y no tenían hijos?").
La fuerza laboral joven se hizo cada vez más escasa, hubo que importar mano de obra de países en los que sus habitantes no temían tener hijos, pero la raza del país fue configurándose de una manera diferente; poco a poco las familias formadas por los extranjeros, superaron a los nacionales, adquirieron derechos y pudieron elegir a los Gobernantes que le fueran propicios.
Algunos antiguos habitantes se empezaron a inquietar y a pensar que debía tomarse algunas medidas: ¿expulsar a los extranjeros, tal vez? Pero si esto ocurría LAS CIUDADES QUEDARÍAN DESIERTAS.
Marta Fernández Montero
Agosto 2010