Revelación

Autor: Edmundo Moure Rojas | Fecha: 2010-11-30 | ID: 447 | Categoría: Alma | Tema: Arte | Tipo: Relatos y comentarios

A Gabriel Ilabaca

Anoche tuve un sueño. Se me apareció un ángel, no en la forma que nos enseñan las escrituras: vestido de blanco, larga cabellera y aura radiante, sino en una curiosa figura de individuo enteco, calvo, provisto de grandes gafas circulares "culo de botella", con manguillas negras en sus flacos brazos, exhibiendo pequeñas manos, manchadas de tinta azul. Del meñique derecho sobresalía larga uña de color amarillento nicotínico… Tuve un sobresalto; era un "contador de uña larga", como se decía en mi época de asistente contable en Agencias Reunidas… Si no lo saben, se los digo: La protuberancia aquélla constituía herramienta natural para abrir los folios de los enormes libros de cuentas, sirviendo como metáfora profesional para los más conspicuos tenedores de libros, estirpe a la que perteneció el ilustrísimo Fernando Pessoa...

-Traigo para ti -me dijo el anunciador, con voz escasamente angélica, más bien enronquecida por el tabaco- una extraordinaria revelación que satisfará tu prurito de conocimiento, ahora que estás dedicado a leer textos de Filosofía de la Naturaleza, como un mecanicista cualquiera… El universo, apreciado Edmundo, no es un descomunal espacio donde bailan y se estrellan las moléculas, ni un organismo de infinitas reacciones químicas, ni gigantesco horno de ígnea radioactividad; es sólo un enorme libro de contabilidad, que contiene todas las cuentas y asientos, sean ellos Traspasos, Ingresos o Egresos, según la dialéctica perfecta de la partida doble: el Debe y el Haber, pilares de la sabiduría pragmática. Nada escapa a ella; lo que se mueve, asienta o transforma en uno de sus fundamentos, se corresponde en el otro, en perfecto equilibrio. Si ello no ocurre, por algún error, la falencia es compensada por el agujero negro, especie de papelera de reciclaje donde se arrojan escombros, detritus, desechos de toda especie, para que vuelvan a surgir en la forma de contabilizaciones coherentes.... El caos, pues, no es nada más ni nada menos que un descuadre universal de partidas mal contabilizadas.

-¿Y Dios -le pregunto, angustiado- qué papel cumple en esto?

-Dios es el Contador Supremo, el que articula y dirige la elaboración de los asientos en los comprobantes del Macrocosmos y del Microcosmos, evitando, en lo posible, la acción del Mal -pecado, si gustas- , o sea, el desorden, la desidia, la omisión de anotaciones....

-¿Y mi vida, cómo puedo enderezarla?

-Revisando y depurando tu contabilidad existencial. Hasta ahora, has engrosado el Pasivo a límites inaceptables, produciendo falencias de caja, acelerada depreciación de tus activos; no has sopesado el deterioro del tiempo y la efímera vida útil de tu individualidad; descuidaste la provisión de ingresos, las amortizaciones de las deudas insolutas, la revalorización del capital propio: tú mismo… Las consecuencias están a la vista.

Desenrolló unos grandes folios que traía en su morral de ángel cagatintas, extendiéndolos sobre mi cama… -Cuidado- le dije, no hagas ruido, que despertarás a Marisol.

-No te preocupes- me dijo, esto es asunto entre tú y yo.

Era un balance general a ocho columnas: el mío, sí, tenía los rasgos nítidos de mi ancha caligrafía y redondos e inconfundibles números azulados.

-Son sesenta y cinco años o ejercicios contables -que viene siendo lo mismo- en los que has acopiado una enorme pérdida acumulada, producto de la repetición constante de negocios -o actividades, si prefieres- inviables o sencillamente deficitarias.

-¿Y cómo puedo revertirla?-, le pregunté, mientras sentía en mi pecho el agobio artero del asma.

-Es muy difícil, casi imposible-, me dijo el ángel contable, porque no hay triquiñuelas ni asientos de regularización con los que puedas engañar a nuestro Supremo Contador. Sólo con mirar tu balance general recompuesto, descubriría Él los subterfugios y te arrojaría a la papelera, o al infierno, si te resulta más claro.

Estoy perdido, pensé para mis adentros, pero el contángel leyó mi angustia soterrada, respondiéndome.

-No te inquietes, contador de poca fe. Para el Supremo Contable nada es imposible; su misericordia podría obrar el milagro.

Desperté sentado en la cama. Mi mujer me pasó el inhalador, diciéndome:

-Hace tiempo que no te sometes a control del asma… Un día de estos te va a dar un acceso irreparable…

-Tuve una pesadilla atroz-, le dije… Tenía que ver con mis pérdidas acumuladas… Un ángel vestido de contador descifró para mí el balance final a ocho columnas; me reveló que Dios es un contable colosal que maneja el universo a través de la partida doble…

-Te estás trastornando-, me dijo Marisol… Ese trabajo nuevo te tiene loco… Debes volver a tus sesiones con el psiquiatra.

-No-, le dije, la solución es otra: prefiero hacerme feligrés de la teoría de las moléculas… Total, a un Dios Molecular no hay que rendirle cuentas ni rezarle en las noches de duermevela.

Edmundo Moure Rojas
Santiago de Chile, Agosto 2010

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