Edmundo Pérez Zujovic
Autor: Francisco Bascuñán Letelier | Fecha: 2011-06-30 | ID: 399 | Categoría: Cosmos | Tema: Ciencias sociales | Tipo: Testimonios
Era cerca de mediodía, una apacible mañana en la tropical ciudad de Antofagasta, donde en tiempo de invierno el sol calienta un poco menos pero lo sigue haciendo inclemente durante todo el año en las desiertas costas del norte grande chileno; cuando entra despavorido mi secretario que con voz entrecortada me dice:
Don Pancho… acaban de asesinar a don Edmundo.
Era el 8 de Junio de 1971, estábamos recibiendo la noticia del asesinato a mansalva de Edmundo Pérez Zujovic, vicepresidente de la República del gobierno del ex presidente Eduardo Frei Montalva, quien hacía tan solo siete meses había dejado el cargo. El secretario, Dagoberto Rojas, era una persona muy querida en la empresa constructora donde yo trabajaba como ingeniero civil a cargo de la construcción de un gran edificio que estábamos ejecutando en el barrio de la Gran Vía. Bien conocía 'Dago' a don Edmundo, tal vez no tanto como yo, pero también lo quería y lo admiraba como su jefe máximo, porque así era don Edmundo, muy querido y admirado por todo el personal de la empresa constructora que con tanto esfuerzo formó desde sus años mozos, y que ahora nos daba trabajo a ambos, entre más de mil trabajadores que requería sólo esa obra. Ante el asombro, lo recordamos como un hombre de honor, carismático, simpático, fuerte pero alegre, que desplegaba y contagiaba mucha energía.
Avísale a Ricardo y saca dos pasajes para el primer vuelo a Santiago.
Llamar por teléfono a Santiago era perder el tiempo, había más de ocho horas de espera en la única y monopólica empresa de comunicaciones de entonces. La situación no sólo era difícil a nivel nacional por la convulsión general que produjo el hecho, ya que en Chile no todos los días matan a un ex vicepresidente de la República (de hecho, hasta entonces, sólo el asesinato de don Diego Portales en 1837); sino que, internamente en la empresa, porque no hacía un año se había muerto inesperadamente de un infarto al corazón, el gerente general Mladen Razmilic, otro gran honorable que para describirlo requeriría un artículo a parte. Don Edmundo venía recién haciéndose cargo de la constructora y de la pesquera Guanaye, también formada por él; después de un largo período dedicado a la política y al gobierno de Frei Montalva. Eran tiempos muy difíciles y de gran agitación popular, donde para algunos, los valores valían sólo cuando convenía. No era el caso de don Edmundo.
Me avisan que el auto nos espera junto al Huanchaca (el 'edificio curvo' como lo llaman los antofagastinos, otra gran obra de arquitectura que hacía como un año que la habíamos terminado), junto con Ricardo, lo abordamos para trasladarnos al aeropuerto.
Ricardo Pulgar era el arquitecto jefe de la zona y mano derecha de la gerencia. No nos llevábamos muy bien, mejor dicho bastante mal, pero esa mañana hizo un antes y un después tal que nos permitió el inicio de una gran amistad que duraría muchos años.
No nos salen muchas palabras, tal vez por los recuerdos…
La verdad es que el anuncio del asesinato, que 'Dago' nos había dado a conocer en esa fatídica mañana, no me tomó por sorpresa. No hacía mucho que, en mi último viaje a Santiago, habíamos estado almorzando junto con don Edmundo y otros empleados en un sucucho de la calle Ahumada, a una cuadra de la plaza de armas. Recuerdo que a la salida, venía junto a él y a otro ingeniero, Luís Soler que en ese tiempo trabajaba para la Guanaye, tomándonos de los codos nos dijo:
Qué valientes son Uds. caminando conmigo por el centro… el día menos pensado, de algunas de esas ventanas - nos decía don Edmundo señalando los altos edificios del centro de la capital - va a salir una ametralladora y me va hacer bolsa y seguro no harían distingo con Uds. Con Lucho quedamos con la boca abierta ya que no nos habíamos imaginado tal situación.
En ese mismo viaje a Santiago, mi situación personal con la empresa era algo incómoda lo que me había obligado a renunciar a mi trabajo; es así que para el día del asesinato estaba cumpliendo el plazo legal. Me encontraba en Antofagasta desde principios de año sin poder encontrar casa para vivir con mi familia, señora y tres hijos el menor de nueve meses; la situación de viviendas en ese tiempo era inverosímil, ni siquiera había podido entrar a una casa para no más verla, simplemente no habían casa disponible de ninguna especie. Fue así, que don Edmundo con la señora Lala, su mujer, nos dieron un cariñoso almuerzo de despedida para mí y mi señora en su casa de la calle La Brabanzón.
Fue un almuerzo con sentimientos encontrados. Por un lado, esa casa con todos los recuerdos de juventud, ya que siendo mis hermanos todos muy mayores, yo había encontrado desde muy niño, como un segundo hogar en la familia Pérez Yoma, y donde fui muy bien acogido por todos, desde la mamá Lala hasta la nana Mely (alma del equipo). Una constante trifulca de alegría y chacota de toda una vida, manifestada desde el juego a las bolitas hasta los bailoteos con las hermanas mayores y sus amigas. Eran nueve hermanos chicos con carácter grande, había que esforzarse para sobrevivir. Esa era la ley impuesta por el jefe y la jefa, y formados con ese carácter fuerte, sobrevivimos a los acontecimientos que ya en un futuro muy próximo nos iba a tocar vivir.
Sí, fue una tarde de contaste. A la hora de la sobremesa, todos se fueron a sus quehaceres dejándonos solos, a mí con mi señora Inés y a don Edmundo con la sra. Lala, tomado un bajativo en su living junto a una mesita de centro. Solos nosotros cuatro. Don Edmundo hablaba, los tres escuchábamos. Ahí, conocí de triunfos y traiciones - teniendo a la Lala de testigo - según sus propias palabras.
Casi al final del gobierno de Frei Montalva, estando don Edmundo como Ministro del Interior, se produjo una grave situación en la sureña ciudad de Puerto Montt, con resultado de diez muertos en un incidente con la policía de carabineros (Marzo de 1969). Una pequeña dotación de carabineros fue atacada por un tumulto de pobladores organizados y azuzados por un diputado socialista; quien después, suficientemente después, la investigación demostró ser el único responsable de lo sucedido, siendo desaforado, enjuiciado y condenado. Pero en el ínter tanto, los socialistas no pararon de incriminar injustamente, y a sabiendas de su inocencia, a don Edmundo Pérez Zujovic como el 'asesino de Puerto Montt', montando un escenario artificial para denostar su figura política y tal vez justificar un posible desenlace trágico. Esto era de esperarlo de parte de sus enemigos, pero sin embargo la traición vino de adentro de su partido. Don Edmundo, como ministro del interior y como jefe de los carabineros (en ese tiempo los carabineros dependían del ministerio del interior), se hizo públicamente responsable de la situación, aunque todo el mundo sabía que él se encontraba en esos momentos de vacaciones en el norte del país. El senador (DC) Radomiro Tomic y otros políticos de su tienda, le solicitaron que se desentendiera de esta cuestión por conveniencia política, a lo que Pérez se negó terminantemente. De ahí en más, Edmundo Pérez ya no contó con en el apoyo de su partido Demócrata Cristiano y quedó vulnerable ante las futuras y anunciadas circunstancias.
Sin embargo, para esa época, Edmundo Pérez Zujovic aun tenía el potencial político de ser una de las poquísimas personas con la capacidad de unir al espectro democrático chileno. Tal fue la encrucijada, que el propio candidato de la derecha a la presidencia de la República, don Jorge Alessandri Rodríguez, le ofreció retirar su candidatura y apoyarlo si se presentaba él, Edmundo Pérez, como candidato DC a la presidencia, asegurando de este modo la estabilidad democrática en el país. La cuestión estaba clara, esto no sucedió, en cambio se presentó Tomic y Alessandri junto con Allende. Los chilenos sabemos el resultado: con poco más de un 30% de los votantes, se le abrían las puertas democráticas al marxismo totalitario en Chile.
Muchas cosas más habló esa tarde junto a la mesita de sobremesa -la Lala como testigo- según sus propias palabras. Cuando nos despedimos, fue la última vez que lo ví con vida.
Último lla..ado pasaj..os de LADECO a embarcar ... puerta…
Me desperté sobresaltado del letargo de los recuerdos, 'nos llaman' supuse, ya que las frases a gritos y entrecortadas es un mal endémico de los parlantes de aeropuertos, que a excepción de Río de Janeiro, todo el avance tecnológico de los últimos 40 años no ha podido subsanar. El viaje Antofagasta - Santiago fue tenso, con los dientes apretados. No sabíamos muy bien en qué iría a terminar esta incipiente escalada de brutalidades. Llegamos a un Santiago más tenso aún. Un primer velatorio en su casa, en el mismo lugar donde hacía unos días estaba la mesita de los recuerdos. El primer encontronazo fue con un cura marxista que hacía unos meses me había dicho que 'para qué iba a matricular a mi hijo en el Saint George, si para cuando él saliera del colegio todo el mundo sería socialista', en ese entonces estaba junto a otro cura que terminó casado con la profesora de religión. Y ahora... dando el pésame junto a Tomic .... increíble .... ¡Era todo un desastre!
Varios días después, se supo que el asesinato lo había cometido la VOP, grupo socialista extremo y muy cercano al presidente Allende, casi todos, inmediatamente barridos por la policía de investigaciones, dirigida en eso días por Eduardo Paredes, se decía que éste era como un hijo adoptivo del presidente. De todos los asesinos, quedó uno vivo para contar el cuento, lo entrevistó Santiago Pavlovic en la década del 90, cuando Informe Especial se atrevía a denunciar a los marxistas. Ahí, al fin, de primera fuente se conoció la más que estrecha relación que existía entre el grupo VOP y en especial el entrevistado, con el presidente Allende. La entrevista terminó diciendo que 'lo volvería hacer', con lo que se contradecía, ya que el asesino en ese entonces se encontraba libre y predicando con todo descaro para los canutos.
Encárgate de la Marisi…
Me decía Edmundo hijo, mi amigo de infancia y posterior colega de trabajo, pero con quien nunca coincidimos en 'política'; él se refería a que cuidara durante el sepelio a su hermana María Angélica, la que iba en el auto junto a su padre en los momentos del asesinato y que nadie se explica, hasta el día de hoy, como fue la fortuna de salir ilesa después de la ráfaga de ametralladora, y que en esos momentos era el principal blanco por el hecho de reconocer a sus agresores. Al estar al lado de la Marisi en la plazoleta de la Paz, al frente del Cementerio General, junto al féretro, entre discurso y discurso, yo no podía dejar de acordarme de la tomada de codo de don Edmundo diciéndome:
'… de cualquiera de esas ventanas va a salir una ametralladora…'
Son muchos más los recuerdos que tengo de don Edmundo Pérez Zujovic, más alegres y muchísimo más constructivos, necesitaría cien hojas; pero por ahora, no me cabe más que agradecer al actual presidente de la República don Sebastián Piñera Echeñique, quien ha sido el único que a 40 años de su muerte, le ha rendido honores de estado, como corresponde a un mártir de la República; el que en lugar de salir del país como le suplicaba un amigo cubano que ya tenía su propia experiencia comunista, enfrentó la situación como hombre íntegro, consecuente con sus principios republicanos e ideales cristianos, hasta dar, valiente y concientemente, su vida por ellos.
Pensar seriamente en dar tu vida, no es asunto menor sino que muy mayor.
Francisco Bascuñán Letelier
8 de Junio 2011