Un septiembre triste
Autor: Orlando Sáenz R. | Fecha: 2013-09-30 | ID: 25 | Categoría: Cosmos | Tema: Interés público | Tipo: Testimonios
Orlando Sáenz R.
Santiago, Sept. 2013
Siempre he amado la vida, pero en estos últimos días varias veces deseé no haber vivido lo suficiente para ver como mi patria convirtió en hipócrita y lastimoso duelo lo que fue el cuadragésimo aniversario del glorioso día en que culminó una enorme gesta de muchos meses en que la mayoría de nuestro pueblo luchó para hacer posible una culminación que la libró de un terrible destino. El 11 de septiembre de 1973 no habían ocurrido ninguno de los horribles e inexcusables crímenes de que más tarde fueron reos Pinochet y sus esbirros ni se había convertido en prolongada dictadura lo que debió haber sido un saludable interludio para restaurar la institucionalidad y echar las bases que le aseguraran a Chile la paz y la prosperidad. Corregir esa monstruosa desviación requirió otra larga epopeya de muchos y amargos años y que condujo, finalmente, a la recuperación de la democracia. Por eso es que conmemorar el 11 de septiembre como un duelo y un acto de contrición es una falsificación de la historia y una afrenda para todos los que hicieron posible derrotar al marxismo.
La gesta que culminó ese día tuvo muchos héroes en muy diversos sectores. Los hubo en los partidos que, tras agotar las instancias políticas, aportaron sus votos para arrancarle al gobierno marxista el manto de legitimidad que lo protegía. Los hubo en los gremios y en los sindicatos que enfrentaron y derrotaron a las bandas organizadas del extremismo. Los hubo entre los estudiantes, profesionales, periodistas, trabajadores, mineros, pescadores, etc., que, remontando sus pacificas costumbres, salieron a las calles para defender sus valores. Los hubo entre las mujeres que, aunque mas recatadas que las de hoy, se convirtieron en fieras para defender el derecho a educar a sus hijos con el catecismo de Chile y no con el de Cuba. Y ciertamente los hubo entre uniformados de todas las armas que comprendían que no nos merecíamos una guardia presidencial caribeña ni bandas armadas comandadas por avanzadas foráneas marxistas. La mayoría de esos héroes ya se fue para siempre y les envidio porque se evitaron la amargura de ver robarse su onomástico sin que nadie hiciera nada para rescatarlo.
Quedan de ellos algunos gloriosos sobrevivientes, pero no vi a ninguno en la depreciada ceremonia recordatoria que organizó la Moneda, a la que si estaban invitados los representantes de la nueva Unidad Popular. Afortunadamente no estaban, porque los habrían instado a pedir perdón por lo que en circunstancias similares harían de nuevo.
Pero sí que habrían asistido gustosos a un homenaje de los camioneros a León Villarin u otro de los empresarios a Jorge Fontaine y Hugo León, o de los estudiantes a Jaime Guzmán, o de los periodistas a Carmen Puelma, o del Frente Democrático a Eduardo Frei, Luis Bossay, Pedro Ibañez o Patricio Phillips. El que esos actos no existieran plantea inquietantes preguntas y ominosos presagios. ¿Es que los camioneros se avergüenzan de León Villarin o simplemente lo olvidaron? ¿Está la DC escondiendo a Eduardo Frei o a Edgardo Beoeninger debajo de la alfombra para que no incomoden a sus nuevas amistades?.¿Está la UDI escamoteando a Jaime Guzmán para no acelerarles el pulso a los derechistas zurdos que colocó en la Moneda?¿Es que los marinos votaron al mar del olvido a los almirantes Carlos LeMay o Arturo Troncoso?¿Es que Patria y Libertad se ruboriza de sí misma y de Pablo Rodríguez?. Debo confesar que le tengo miedo a estos interrogantes, porque, si la verdad fuera esa, su valor y abnegación habrían sido en vano porque el pueblo al que salvaron se merecía y se merece el destino que entonces le esperaba y que pretende renacer.
Sin embargo, como la naturaleza no acepta la desesperanza, yo hice mi propia conmemoración del cuadragésimo aniversario del 11 de septiembre. No fue en la Moneda ni lo transmitió ningún medio de comunicación, pero estoy seguro que en mi solitario salón se sintieron mucho más cómodos los fantasmas de los héroes olvidados que en los lagrimiantes salones oficiales. Para la ocasión coloqué, con las manos de la imaginación, mis propios trofeos ganados en las dos epopeyas cuyo epicentro es esa fecha memorable: las tres encarcelaciones, la bomba en el jardín y el atentado en automóvil del tiempo de la UP y los dos juicios, la detención en el aeropuerto y la exoneración de la universidad del tiempo de la dictadura. También colgué las alegrías del Paro de Octubre, de la victoria del NO y del triunfo del Aylwin y, con mis fantasmales invitados, tuvimos por telón de fondo las fogatas, barricadas, encapuchados, disparos y saqueos con que la televisión mostraba la celebración que hacían los derrotados de hace cuarenta años. Nos hicimos la ilusión de que ese tenebroso rugido de la selva le recordara a Chile el salvador sonido de los clarines de septiembre.
Orlando Sáenz R.