Casa nueva
Autor: Edmundo Moure Rojas | Fecha: 2013-03-31 | ID: 199 | Categoría: Alma | Tema: Arte | Tipo: Cuentos
Para Toño
Viejo está el hombre y mucho ha perdido de lo bastante que tuvo en un pasado remoto, aunque el pretérito no esté más lejos que el breve lapso que la memoria rehace, y es siempre en el ayer, como cuando rescatas algo de la infancia y la carga de los años pesa menos que el vuelo del colibrí.
Unas manos jóvenes le ayudan a levantar los modestos muros, mientras dibujan con sudor alegre los trazos de las habitaciones que volverán a cobijar el amor y acunar las palabras, para que éstas se avengan con la nueva morada y vayan llenando sus paredes de leves sonidos y significaciones. Porque un día, cuando también llegue su hora, la casa hablará, contando sus historias a los seres que sepan escucharlas, a quienes hayan conjurado la sordera y proscrito el rencor.
El hombre viejo recupera la Casa y es feliz. Atrás quedan las murmuraciones aleves, los ladridos de perros furiosos y el silbo rastrero de lenguas amargas.
Una dicha callada se apodera del corazón del viejo y aquieta su hálito, hasta volverlo lento y acompasado, como un río manso que no se afana por derramarse en el delta, como dedos que acarician morosos la blanca piel de la amada.
La Casa es pequeña pero él la escribirá con mayúscula. Mira hacia el valle y los ojos del hombre recorren el paisaje que desciende desde las colinas hasta el mar. El viejo no puede ver el mar desde su ventana, pero las olas juegan en su corazón como cuando era niño y dejan en sus pies estrellas de siete puntas. Entonces, entiende que él llegará a ser uno solo con el viento, la madera, el agua y la tierra. Eso acontecerá cuando corone el último regreso, cuando cierre tras de sí la puerta de la casa postrera y repose en la fuente de la luz.