Un aspecto del Gran Tajo
Autor: Francisco Bascuñán Letelier | Fecha: 2013-06-30 | ID: 164 | Categoría: Espíritu | Tema: Reflexiones | Tipo: Pensamientos
Francisco Bascuñán Letelier
Los Maitenes, Junio 2013
Desde niño me gustaba ayudar a mi hermano mayor en la mecánica de los autos, pasando llaves primero, atornillando después. Ya muchachón, cambiaba las ruedas pinchadas por la de repuesto apretando las tuercas a más no poder. Entonces, llamaba a mi hermano o a algún cuñado mayor, y les pedía que les diera el último apretón para estar seguro que al poco andar no se cayera la rueda recién cambiada. Así pasó un tiempo hasta que un día, cambiando otra rueda e igual que antes, apreté con toda mis fuerzas las tuercas pero, ... ¡Cuán sería mi sorpresa!... cuando en una de ellas, de tanto apretarla, corté el perno de sujeción. Ahí comprendí varias cosas, una que de ese día en adelante tenía que apretar con cuidado, además, que ya no tenía que pedir ayuda, y lo más importante, que la seguridad y responsabilidad de que no se cayera la rueda, era mía y que iba a seguir siéndolo para siempre durante toda mi vida.
Del mismo modo, pienso le pasa a la humanidad. Llegará el momento en su evolución, tal que entenderá que las responsabilidades son individuales y ya no más colectivas. Así como hay un desarrollo evolutivo desde un ego relevante hacia una conciencia amplia, también debiera haber una evolución desde una responsabilidad colectiva hacia una individual. Pienso que ese momento ha llegado.
Tomar conciencia de lo que se tiene, es base para el amor. Sin embargo, el hombre no se dignifica con la riqueza sino cuando es capaz de dar gratuitamente; se tiene que tener para poder dar, eso es lo que cuesta, dar lo de los demás es fácil. Tomar conciencia, sentirse con una responsabilidad propia y dar gratuitamente, son partes inherentes del desarrollo espiritual.
Como proceso evolutivo, tanto la amplitud de las conciencias como de las responsabilidades individuales, ambas en una coexistencia estrechamente unidas, se van formando poco a poco. En toda actividad humana en que lo nuevo difiere sustancialmente de lo anterior, se produce no sólo desazón, intranquilidad e inestabilidad; sino que, además, se produce un quiebre social entre los que toman y los que no toman conciencia de esta necesaria evolución espiritual.
Cambiar el "me tienen que..." por el "tengo que..." cuesta, y cuesta mucho. Sobre todo debido a fuertes corrientes e importantes fuerzas antagónicas que aún piensan, y hasta dan sus vidas con grandes sacrificios, hasta destierros en lejanas tierras de pobreza material; por satisfacer y dar curso contrario a lo aquí planteado.
Se va formando una división social profunda entre lo personal y lo colectivo, entre el emprendedor y el benefactor, entre lo espiritual y lo material. Esto forma parte del Gran Tajo.
Esta división, desde un punto político, lo podemos apreciar en el antagonismo que existe entre el Cristianismo y el Marxismo:
- cuando el cristianismo une (no necesariamente el católico), el marxismo divide;
- cuando el primero boga por la misericordia y la paz, el segundo lo hace por la lucha y el odio, muy especialmente la "lucha de clases";
- cuando el cristiano hace preferencia por los pobres de espíritu, el marxismo lo hace para con el pobre material, concepto que sienta las base para el desarrollo de la "teología de la liberación";
- cuando el cristianismo ensalza virtudes tales como la sencillez, la humildad, y la austeridad, en aras de engrandecer nuestra alma inmortal; el marxismo anhela por una riqueza material (aun no conseguida), mediocre, vacía de espíritu y atea;
- cuando el cristianismo lucha por la libertad, en todo orden; el marxismo lo hace por la intolerancia y la esclavitud, dando pie a la "esclavitud del proletariado";
- cuando el cristianismo impulsa la "responsabilidad y propiedad individual", en coacción con la misericordia y el amor gratuito; el marxismo impone la responsabilidad y propiedad colectivas, en coacción con una forzada, intransigente e injusta igualdad;
- cuando el cristianismo enfatiza "los deberes" como forma de amor, el marxismo lo hace con "los derechos" como egocentrismo.
Así, creo que la división política de nuestros tiempos, no es entre derechas e izquierdas, sino que entre lo espiritual y lo material; cuestión que cruza gradual y transversalmente todas las capas sociales.
El Gran Tajo es una verdad que duele pero que inexorablemente forma parte de la evolución de la humanidad y que requiere de una adecuada dosis de equilibrio para poder sobrellevarla. Equilibrio en la solidaridad y en la subsidiaridad, o si se quiere, en el amor y en la libertad; para no llegar a un estado benefactor ilimitado e irresponsable, así como tampoco a un libertinaje sin freno.