¿Avergonzados de lo que construyeron?

Autor: Roberto Ampuero E. | Fecha: 2011-07-31 | ID: 380 | Categoría: Cosmos | Tema: Interés público | Tipo: Denuncias

Roberto Ampuerto

Roberto Ampuero
(Publicado en El Mercurio el jueves 16 de junio de 2011).

Sin duda parte de las turbulencias que sacuden a Chile se originan en demandas sociales insatisfechas, acumuladas por décadas. El rechazo ciudadano, tanto a la Alianza, como a la Concertación se debe a que sus partidos no interpretaron a cabalidad a la sociedad, o a que perdieron sintonía con parte de ella. Por un lado, reina amnesia: se olvida quien estuvo al mando del país por décadas. Por otro campea la impaciencia: las viejas demandas deben ser resueltas en el acto.

Todo indica que la actual configuración de partidos políticos es un corsé que impide la expresión de los considerables kilos adicionales que adquirió el país en los últimos 20 años. Supongo que es hora de encontrar formas -oxigenando a los partidos existentes, creando un sistema que no asfixie en la cuna a los nuevos- para que la ciudadanía se vea efectivamente representada en el menú de opciones políticas. No es sano para Chile que siga creciendo la asimetría entre nuevas opciones ciudadanas y las antiguas visiones de los partidos.

No se trata tan sólo de preguntarse porque los partidos han perdido sintonía popular, si no también preguntarse si emiten hoy señales para que uno pueda sintonizarlos al menos fugazmente. ¿Cuentan con ideas, propuestas, mística, mensajes, estímulos y banderas, o simplemente devinieron en cenáculos cerrados de políticos profesionales que se estructuran y reproducen lejos de la ciudadanía? Pregunto esto a quienes han representado mayoritariamente a los sectores tradicionales en Chile.

Y lo pregunto pues lo que diviso en nuestro espectro político es más bien- discúlpenme la rudeza- una derecha avergonzada, que pide disculpas por serlo, pese a que es de su sello y factura el modelo económico que trajo a Chile prosperidad inédita y lo colocó ad portas del desarrollo. Pero también veo una democracia cristiana avergonzada. En el mundo es de centro derecha, pero en casa, de centroizquierda. ¿A que aspira en el Chile de hoy ese partido de otrora grandes líderes inspiradores y que marcó hitos de nuestra historia? ¿Y acaso no está

avergonzada también nuestra socialdemocracia? Durante 20 años codirigió con éxito una transición política, pero hasta hoy aparece acomplejada de haber abandonado la bandera roja y el puño en alto, atribuyendo a diario a los demás las insuficiencias del modelo que consolidó, afirmando desde el poder que hubiera querido construir algo distinto. ¿Qué relato inspirador para el ciudadano puede surgir de actitudes avergonzadas?

Paradójicamente el único sector que no sufre este complejo es la izquierda simpatizante del castrismo o chavismo. A diferencia de la derecha, el centro, o la izquierda moderna, y pese a la estrepitosa caída del muro de Berlín, la desaparición del mundo socialista, y el fracaso de la revolución cubana, sigue proclamando con orgullo sus dogmas, como si su modelo fuese una utopía que jamás conquistó el poder y no hubiese sido defenestrado por los pueblos que lo vivieron.

Me temo que el modelo chileno, que es fruto de la democracia de los acuerdos, se quedó sin padres. Raro, porque el éxito tiene muchos padres, no así el fracaso. Ni los arquitectos ni administradores del modelo admirado en la región se hacen cargo de él. Por el contrario, hoy se ven disminuidos, opacados. Ni siquiera debaten con quienes desde la calle proponen alternativas puntuales. De pronto se avergüenzan de lo que hicieron e idealizan las manifestaciones callejeras, como si esas fuesen más importantes que la representación democrática. De tanto pensar en como agradar al elector y no en que conviene al país, ceden rápido ante las exigencias callejeras. Veo a estos sectores avergonzados, sin relato inspirador, concentrados en cupos y liderazgos personales, sin mística para contagiar a la población. En las sociedades surgen a veces vacíos de poder político y también vacíos ideológicos o programáticos. Por estos últimos se cuela a menudo el populismo.

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