Confesiones en política
Autor: Francisco Bascuñán Letelier | Fecha: 2011-08-31 | ID: 368 | Categoría: Cosmos | Tema: Interés público | Tipo: Ideas, propuestas y proyectos
Me encanta la política, no así los partidos políticos. Como toda obra humana, su resultado es el reflejo de sus creadores.
Si deseo llevar a cabo una obra de teatro, elijo los actores adecuados: respetables, idóneos y capaces para su realización. También, si se quiere construir una obra de ingeniería, digamos: un puente, elegimos profesionales y trabajadores competentes, que posean conocimiento sobre el tema, que puedan hacer equipo, etc. De actuar en forma diferente, la obra de teatro será un desastre y el puente si no se cae va a pasar raspando. De hecho, no hace muchos años atrás, construyeron un puente con dos pilares en circunstancias que estaba diseñado con tres. Literalmente le sacaron un pilar. Obvio, el puente se cayó. ¡Qué escándalo! era que no. Nadie preso por su puesto.
Los partidos políticos no son una excepción. Para formar parte de un partido político, y para ser elegido representante del pueblo, entra cualquier persona sin preparación alguna, donde pareciera que la ignorancia y la frescura, fuese parte connatural, inmanente e insustituible, de ese pueblo que pretenden representar, lo que no podría estar más alejado de la realidad. Las puertas de entrada de los Partidos Políticos no tienen ninguna restricción, y así, un sujeto ya adentro, considerado formalmente como 'político', no se auto exige para lograr excelencia. Sucede algo muy parecido a una barra de fútbol, que mientras más brava mejor; que el equipo juegue bien o mal, da lo mismo; la cosa es que gane de cualquier forma.
Considero que el principio fundamental de un Partido Político debiera ser el de contar con un idea básica de gobierno para el bien de la nación. Y el objetivo fundamental, debiera ser el lograr la realización de esos ideales; para lo cual, uno de sus objetivos secundarios, y sólo uno de ellos, es el de llegar al gobierno para lograrlo.
Además, creo que en democracia, un objetivo transversal de todos los demócratas debiera ser la concepción de la pluralidad de ideas, como bien común; con la sola excepción de que esas ideas correspondan a la eliminación del resto de las ideas. En general una idea es intransigente por naturaleza, si no, se pierde la naturaleza de la idea. Es por ello que en democracia, la pluralidad de ideas se lleva a cabo mediante representantes que, al revés, sí deben ser transigentes porque tienen el compromiso y el deber de llevar a cabo lo posible. Lo excelente es enemigo de lo bueno.
Por lo tanto, para la concreción de una idea se requiere la conjunción de dos voluntades: una, el respeto hacia los demás; y dos, el respeto de los demás hacia quien realiza la idea. Y esto, a tal punto que si dentro el conjunto de medidas que toma un gobierno, alguna de ellas concuerda con las demás, éstas debieran de ser universalmente aceptadas y aplaudidas. Lo importante es que se materialice la idea, que se termine de construir el puente en forma segura y que sirva para que lo cruce todo el mundo.
Esta base primaria y fundamental, comúnmente no se encuentra en los Partidos Políticos actuales, donde no siempre priman las idea para el bien común, sino más bien el objetivo de llegar al poder a como de lugar, como fin último; y peor aun, algunas veces, afortunadamente sólo algunas veces, para usufructo personal.
Poner la carreta delante de los bueyes, ha traído como consecuencia el descrédito de los Partidos Políticos, arrastrando a la política en general y muy particularmente a la pérdida de la fe pública, ambas tan necesarias para establecer un 'Estado Unitario y en Forma'.
Francisco Bascuñán Letelier
Agosto 2011