En busca de la luz divina

Autor: Francisco Bascuñán Letelier | Fecha: 2012-07-31 | ID: 285 | Categoría: Alma | Tema: Teología | Tipo: Cuentos

Más de alguna vez hemos escuchado hablar de la 'voz divina'.

Más de alguna vez hemos escuchado hablar de la «voz divina». ¿Yo y tú?, ¿dónde está esa voz?, ¿en qué idioma pretendo escuchar? Tal vez al escuchar la naturaleza... qué más sano que lo natural.

Sin embargo, esperamos algo más profundo y con más sentido, pero fuera de nosotros no tenemos algo más que no sea la naturaleza, por lo que la búsqueda debería ser en nuestro interior ajeno al mundo. Nuestra conciencia.

El término conciencia se ha usado para referirse a diversas situaciones del entendimiento: uno primitivo, para decir que el ser toma razón de los acontecimientos cotidianos, otros más alambicados que la definen en términos de algoritmos científicos para relacionar las uniones neuronales del cerebro; y otro, que es la que en este caso nos interesa,  que no se explica desde la ciencia sino que desde una dimensión que trasciende al espacio-tiempo y que tiene que ver con el libre albedrío, con el amor gratuito y con la co-creación.

Tomar conciencia de la naturaleza, no tan solo desde el punto de vista de la ciencia, sino también de sus manifestaciones. Por ejemplo, la manifestación de la belleza, de la armonía, de la violencia, de los miedos, de su tremendo poder... y también de las posibilidades que nos brinda la naturaleza, permitiéndonos hacer uso de nuestra libertad para elegir los planos de la realidad que deseamos experimentar o vivir.

Esta comunicación como experiencia entre nuestras conciencias y la naturaleza, para seres terrícolas normales, podríamos decir que es una "voz divina". Para seres más elevados, de conciencias más amplias, esa conversación podría llegar a ser más compleja y que corresponder a estados elevados de éxtasis. Para ello, deseo traer a estas páginas, una reflexión del gran escritor Edouard Schure que en sus libros Los grandes iniciados en el tomo "Jesús" [pág. 327], nos dice: "Cuando el hombre escucha la divina voz, una nueva vida se edifica en él, en la cual ya no se siente solo, sino en comunión con Dios y con todas las verdades, y en la cual se encuentra presto a ir de una verdad a la otra, hasta el infinito. En esa nueva vida, su pensamiento se identifica con la voluntad universal. Tiene la visión clara del tiempo presente y la fe plena en el éxito final de la idea divina. El hombre que siente esto es profeta, es decir, que se siente irresistiblemente lanzado a manifestarse a los demás como representante de Dios.  Su pensamiento se convierte en visión, y esa fuerza superior que hace brotar la verdad de su alma, a veces quebrándola, constituye el elemento profético.  Las manifestaciones proféticas han sido en la historia los rayos y los relámpagos de la verdad”. Y agrega: "Pero el problema no es de aquellos que puedan resolverse sin la intuición y sin la tradición esotérica (Sobre el mesianismo de Jesús)."

Francisco Bascuñán Letelier
Los Maitenes, julio de 2012

Enviar

Ir al inicio